sábado, 20 de junio de 2009

la vuelta a casa

18 de junio de 2009
Camino de Udaipur
Rajasthan
Día 22
La vuelta a casa

Como estaba planeado que el Tata pasara a eso de las 7 de la matina por un cruce de caminos determinado, Shuresh me despertó apurado más temprano que de costumbre, ya casi listo para salir, él volvía a Udaipur también esa mañana para trabajar en el hotel. Con el tiempo justo de un bañito rápido y una afeitada en frío bajo la manguera, salimos a toda velocidad montados en el misil verde. No fue fácil el primer tramo porque todos los campos que teníamos que atravesar estaban recién arados o anegados, es que había caído en tres noches el agua de casi todo el año. Cuando por fin llegamos al asfalto, el meteórico piloto mostró sus cualidades y antes de decir namasté ya estábamos en el cruce de destino. Ofreció ir con su vespa verde al lado del vetusto Tata como había hecho antes en el viaje de Udaipur a Jamburá, pero por suerte se dejó convencer de que no valía la pena, nos despedimos pues y él se fue a “visitar a Hanumanji” el hijo del viento, el rey langur, el cacique tránsfuga que alguna vez se alió con los arios y fue inmortalizado en el RámaYana como el valiente rey de los monos que ayudó a Ráma, príncipe de Ayodhya, hijo predilecto de Dajaratha, a rescatar a Síta, su amante esposa, secuestrada por un negro demonio de Srí Lanka, la lágrima de la India del Sur. El devoto Shuresh visita el templo de Hanuman antes de emprender cualquier travesía y parece que es escuchado porque las velocidades que desarrolla son de verdad para meter miedo.
Shuresh, el bólido del Rajasthán, intrépido, temerario y protegido por los dioses.
El viaje de retorno fue bien diferente, el paisaje se había transformado, reverdecido, rejuvenecido, regenerado por la abundancia del Monzón. Los lagos otra vez a medio llenar, la gente contenta, con el humor cambiado. Los hombres sentados, pero algunas esposas e hijas de los sentados caballeros viajaron de pié, sin zapatos, sin quejarse, sin asombro, sin mucha esperanza de cambio. Especialmente una nenita, que tendría entre seis y ocho años, descalza, con esa cara que tiene la gente del campo que viaja por primera vez a la ciudad, de desconcierto, curiosidad y un poco de pavor, me conmovió. El padre estaba sentado justo adelante de mí y ella iba bien agarrada del respaldo de mi asiento. Me moría de ganas de ofrecerle mi lugar, pero hubiera sido completamente inapropiado e insultante, y, seguramente improductivo. Por otro lado ella no me miró en ningún momento, de hecho pareciera que no miró a nadie en todo el trayecto, sólo miraba hacia afuera, el paisaje pasando lento siempre para atrás.
Al llegar a Udaipur la encontré más fea, a la gente más loca, claro, en comparación con Barcelona Udaipur es magnífica, hermosa; pero viniendo de la vida tribal de los Mina parece sucia, agresiva, lista para machacar cualquier ingenuidad que uno demuestre. Y así es, aunque a la vez es siempre Udaipur, la Venecia de la India, bella, decadente, tóxica, romántica y no apta para bobos ni distraídos que son el principal alimento de la vieja ciudad. Los devora y escupe el hueso en el lago con total indiferencia y con velocidad y precisión profesionales.
Tomé mi acostumbrado desayuno de lasi y poha, esta vez con una venenosa samosa también, 10 rupias el venenito, nada. La ropa, directo de mi mochila a la lavandería: un kiosco con lugar para mostrador y silla donde una señora recibe el encargo, lo manda a lavar al lago y cuando vuelve la ropa limpia esa misma tarde, sobre el mismo mostrador la plancha. Lavado y planchado en el día, 10 rupias la pieza, un poco sobrevaluado pero nada mal para la parte vieja de la ciudad y hacen un muy buen trabajo. Después, a casa, a la ducha, a la cama del bahut garam, el tremendo calor del medio día.
Aquí estoy otra vez, con mucho que escribir, que meditar y muchos videos que editar y fotos que descartar.
Próxima misión: casa nueva, mejor y más barata, ya pagado el derecho de piso ahora quiero algo más, se verá.
Gordo Kury

2 comentarios:

  1. la samosa es una especie de empanadita frita que se vende en la calle recién hecha, es riquísima pero un poco pesada digamos

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