miércoles, 24 de junio de 2009

ménage à trois sobre ruedas, bajo el monzón

25 de junio de 2009
Chandra Pol
Udaipur
Día 29
el monzón y mucho tiempo blando

Los últimos días los pasé tratando de conseguir casa nueva. Como no hay inmobiliarias, el método habitual es caminar por las áreas donde uno quiere conseguir y hablar con los tenderos. En este punto sería muy útil para mí hablar hindi porque en las áreas que me gustan, que no son tan turísticas, la gente no habla inglés, por lo tanto dependo de mis amigos indios más de lo que me gustaría. Mis amigos tienen pasión por la conversación y entre chai y chai, que es el equivalente indio al cafecito porteño, se nos va completo el día hablando de filosofía y del mundo ¡desesperante!
Hoy me escapé de mis amigos y voy a tratar de conseguir casa por mi cuenta, ta bien, no hablo hindi, pero cuán difícil puede ser describir mi básica necesidad de un hogar valiéndome del lenguaje no verbal de las manos y la sonrisa, veremos...
Dejo pasar la primera parte de la mañanita, que es útil para mí para practicar, escribir y todo lo que quiera hacer solo pero completamente inútil para interactuar con otros porque estamos sólo las vacas y yo arriba y a la vista.
Mientras espero las horas de actividad general escribo este resumen de los últimos días, el fantástico Carlo Buti me inspira cantando Firenze a primavera, la luz dorada del amanecer da vida a los palacios y jardines de Udaipur que se ven desde mi terraza. El Monzón está poniendo nueva vida en todos lados, los árboles, las flores, mejor humor en la gente y una tremenda humedad que te doblega si no tenés un ventilador a mano. A cinco o seis metros, sobre la baranda, un cuervo está contemplando la ciudad también, como yo; no hace nada productivo, contempla, con el pico abierto por el calor. Alguna cosa el bicho piensa. O será que admira simplemente la belleza del lugar, o, tal vez, aburrido y saciado, está ahí, meramente, sin actividad interior alguna, más que el tibio palpitar de la vida celular... no, para mí hay algo más en este bicho, una actividad mental o espiritual, distinta en algo, igual en mucho, a la mía propia, divago.
Bueno, el monzón llegó, pero acá en el Rajasthán no es algo tan impactante como me imaginaba, hay dos o tres días sin lluvia, en que la humedad sube y sube, la presión baja que te baja, y de repente, de noche, el cielo se cae entero en cuatro o cinco horas. Ahí sí que llueve, pero no más que lo que puede llover en Buenos Aires o en Río, muchísimo más, eso sí, de lo que nunca vi llover en Barcelona.
Hace dos noches, estaba yo dispuesto a dormirme temprano, ya había cenado una cacerolada que me hice en la olla a presión con coliflor, tomate, papas, ajo, cebolla y lentejas, clavo, pimienta, sal y curripatha, estaba tirado en la cama estudiando un poco antes de dormir cuando se largó el chaparrón. Tremendo chaparral se largó, con sus consecuentes goteras que, obedeciendo a la universal ley de Murphy, aparecieron en el medio de la cama. Lógico, a levantar el colchón, sacar las sábanas mojadas, poner todo tipo de ollas y cacerolas a juntar agua y a mirar el tormentón, divina tormenta, el aire tibio pero en movimiento era para agradecer a todos los dioses del panteón hindú juntos. Cuando logré mover todo se fue la luz, saqué la linterna que tenía como siempre bien a mano y seguí con mi lectura, la tormenta aumentaba y disminuía por oleadas. La luz iba y venía, temblorosa. Las goteras se corrían un poquito más al centro de la cama cada vez que me distraía y el agua empezaba a llenar el embellecedor del ventilador de techo.
A eso de las 11 de la noche, justo en el pico máximo de la tormenta, golpean mi ventana, yo, que estaba leyendo en pelotas me envuelvo en una sábana y grito “just a moment please”, abro la puerta y ahí están, empapados como perros de agua, Sam y Wendy. Completamente locos habían decidido pasar por casa a buscarme para ir a cenar con amigos, vinieron en la moto negra de Sam, locos, completamente locos. Tan absurdo era el programa que no me pude negar y así partimos, en una especie de ménage à trois motorizado bajo la tibia cascada del monzón rumbo al restaurante del Raj Palace Hotel, donde ya habían empezado a cenar Hendrik, el marciano-robot sueco, conocedor de cuencas y experto en hidrología y Michael, un tipo fino, arrogante, encantador y neoyorkino, que está en Udaipur pagado no me acuerdo bien si por el MIT o la NYU para hacer un estudio sobre las bacterias en las napas de la zona. Imaginate uno de esos homosexuales altamente educados y sofisticados, sumale el dato de que el tipo es de Nueva York pero tiene acento de Boston y ahí lo tenés a Michael. Si querés visualizar a Hendrik y alguna vez viste Viaje a las estrellas es fácil: el robot humanoide de la última saga de la serie,Data, pero más bajito, con unos kilos más y la frente avanzando hacia atrás como un cangrejo podría ser clon de Hendrik. Inteligente, conocedor, y con unas observaciones agudas, pero totalmente incómodas y expresadas con una mirada fija como implante de cadera. Tremendo, los cinco juntos parecíamos de película. A mitad de la cena la luz se fue, pero a ninguno se le movió un pelo, al contrario, el ambiente mejoró, como éramos los últimos comensales y había velas en nuestra mesa, la atmósfera se puso más íntima y relajada.
El cuervo saltó de la baranda y se fue medio planeando al otro lado del lago. La matina avanza, mejor que yo también me ponga en movimiento

Gordo Kury

sábado, 20 de junio de 2009

los amigos

20 de junio de 2009
Chandra Pol
Udaipur
Día 24
Los amigos

Parece que cuando uno está lejos de casa las relaciones humanas se vuelven de repente más intensas, condensadas. Sobre todo con las personas con las que uno tiene algo en común. Como era de esperar me fui haciendo algunos amigos, pocos y buenos, en estos 24 días.
Shuresh, que ya fue presentado. El mejor cocinero de Udaipur, arquero, marido, padre, hábil mecánico e intrépido conductor de la temida vespa verde. Es un buen tipo, trata bien a todo el mundo y a los animalitos, es vegetariano, tanto él como su familia, tampoco usa alcohol ni drogas, hace tiempo parece que usaba religiosamente el famoso cáñamo índico.
Sam, un brahmán que habla inglés con el mismo penoso pero valiente esfuerzo que yo y que se viste a la occidental y anda por ahí con su moto negra como si estuviera listo para un recital de Bruce Springteen. Sam es un tipo culto y educado, que habla el hindi más fino que uno pueda escuchar, al lado de él los demás parecen hablar toscamente. Tiene un cierto aire árabe, tal vez sean los ojos melancólicos. Tiene, creo, poco menos que 30 años. Sam es divino, y con él tenemos conversaciones universales sobre el mal de amores. Un tipo con muchos contactos y una presencia que impresiona. Quiere aprender castellano no sé porqué. Vegetariano, nada de alcohol ni drogas, sólo penas de amor, caballos y motos.
Monú, que también parece preferir occidente, tiene una sastrería, aunque él no es sastre, y, como siempre paso por la puerta y nunca le compro nada ya se resignó a ser mi amigo y no mi proveedor; ahora que lo pienso, la resignación no es tan completa. Con Monú a veces desayuno y hay días que tomo con él dos o tres chai mientras charlamos por las tardes. Juega a las cartas sin apostar con otro grupo de amigos suyos en la vereda, frente a la sastrería. Debe tener unos 30 años también, un par de años más tal vez.
Ereen (pronunciar Rin, con erre líquida), una chica de Alaska, con unas historias increíbles, siempre está viviendo locuras, aventuras que ni en el cine se ven, con ella hablo mucho y nos divertimos un montón, anda enamorada de un indio musulmán casado, una historia tragicómica. Ereen vino a Udaipur acompañando a un matrimonio de cuarentones alemanes que la contrataron como comadrona para que atienda el parto. La alemana estaba embarazada, y demoró la entrega, pero finalmente la criatura llegó, en una desesperante noche surrealista, en la que participó incluso un altísimo camello. El trabajo de parto tardó entre 13 y 16 horas y se hizo todo en un cuarto de hotel, atenuando el calor agobiante con el aire acondicionado ruidoso y soportando mal que bien la fiesta de casamiento que se celebraba al mismo tiempo en la misma calle con gran fasto y tremenda fanfarria, es que los indios cuando se casan, se casan. Ereen tiene 32. Vivió durante años en una comunidad hippy estadounidense con poligamia incluida, dice que fue una linda experiencia pero que en el fondo era un infierno
Wendy, otra estadounidense, pero de Winsconsin, que hace trabajo voluntario en una ONG dedicada a fortalecer a las mujeres de la zona y al desarrollo rural. Una mujer brillante e independiente que vive en Udaipur hace un año y todavía está en un hotel, pero en compensación tiene un scooter honda semidestrozado que la lleva a bocinazo vivo, hecha una tromba, por el trazado delirante de la ciudad. No para de extrañar a su amigo Teddie, también estadounidense, que compartió con ella casi todo el año y la misión en la ONG. El chico en cuestión tiene 20 años y ella 26. Ella se llama Wendy por la Wendy de Peter Pan, por supuesto, pero como nunca lo leyó parece que está condenada a vivir la misma historia, aunque volar, que yo sepa, no puede. Está harta de los fritos y mata por una ensalada y un batido de mango.
Pasó también con intensidad Juan, de la República Dominicana, que se crió en verdad en Quebec y que habla un castellano muy lindo y pintoresco, un tipo adorable que viaja con su amigo Axel, nacido en Haití, pero también criado en Quebec y que es de esos queribles progresistas que sostienen que si uno se crió en Canadá es canadiense, si se crió en Catalunya es catalán y blablabla, mejor no discutir el tópico porque voy a quedar desacomodado frente a la progresía de la political correctness. Cuestión que Juan insiste en que él es Dominicano y el, para mí, haitiano Axel, insiste en que son los dos canadienses, en fin, tiembla el estado-nación cuando estos muchachos de 20 años discuten.
Y la también quebecoise Adrienne, preciosa niña de 20 años que viajando sola se encontró con Juan y lo llevó a pasear por el jardín de las delicias.


Gordo Kury

la vuelta a casa

18 de junio de 2009
Camino de Udaipur
Rajasthan
Día 22
La vuelta a casa

Como estaba planeado que el Tata pasara a eso de las 7 de la matina por un cruce de caminos determinado, Shuresh me despertó apurado más temprano que de costumbre, ya casi listo para salir, él volvía a Udaipur también esa mañana para trabajar en el hotel. Con el tiempo justo de un bañito rápido y una afeitada en frío bajo la manguera, salimos a toda velocidad montados en el misil verde. No fue fácil el primer tramo porque todos los campos que teníamos que atravesar estaban recién arados o anegados, es que había caído en tres noches el agua de casi todo el año. Cuando por fin llegamos al asfalto, el meteórico piloto mostró sus cualidades y antes de decir namasté ya estábamos en el cruce de destino. Ofreció ir con su vespa verde al lado del vetusto Tata como había hecho antes en el viaje de Udaipur a Jamburá, pero por suerte se dejó convencer de que no valía la pena, nos despedimos pues y él se fue a “visitar a Hanumanji” el hijo del viento, el rey langur, el cacique tránsfuga que alguna vez se alió con los arios y fue inmortalizado en el RámaYana como el valiente rey de los monos que ayudó a Ráma, príncipe de Ayodhya, hijo predilecto de Dajaratha, a rescatar a Síta, su amante esposa, secuestrada por un negro demonio de Srí Lanka, la lágrima de la India del Sur. El devoto Shuresh visita el templo de Hanuman antes de emprender cualquier travesía y parece que es escuchado porque las velocidades que desarrolla son de verdad para meter miedo.
Shuresh, el bólido del Rajasthán, intrépido, temerario y protegido por los dioses.
El viaje de retorno fue bien diferente, el paisaje se había transformado, reverdecido, rejuvenecido, regenerado por la abundancia del Monzón. Los lagos otra vez a medio llenar, la gente contenta, con el humor cambiado. Los hombres sentados, pero algunas esposas e hijas de los sentados caballeros viajaron de pié, sin zapatos, sin quejarse, sin asombro, sin mucha esperanza de cambio. Especialmente una nenita, que tendría entre seis y ocho años, descalza, con esa cara que tiene la gente del campo que viaja por primera vez a la ciudad, de desconcierto, curiosidad y un poco de pavor, me conmovió. El padre estaba sentado justo adelante de mí y ella iba bien agarrada del respaldo de mi asiento. Me moría de ganas de ofrecerle mi lugar, pero hubiera sido completamente inapropiado e insultante, y, seguramente improductivo. Por otro lado ella no me miró en ningún momento, de hecho pareciera que no miró a nadie en todo el trayecto, sólo miraba hacia afuera, el paisaje pasando lento siempre para atrás.
Al llegar a Udaipur la encontré más fea, a la gente más loca, claro, en comparación con Barcelona Udaipur es magnífica, hermosa; pero viniendo de la vida tribal de los Mina parece sucia, agresiva, lista para machacar cualquier ingenuidad que uno demuestre. Y así es, aunque a la vez es siempre Udaipur, la Venecia de la India, bella, decadente, tóxica, romántica y no apta para bobos ni distraídos que son el principal alimento de la vieja ciudad. Los devora y escupe el hueso en el lago con total indiferencia y con velocidad y precisión profesionales.
Tomé mi acostumbrado desayuno de lasi y poha, esta vez con una venenosa samosa también, 10 rupias el venenito, nada. La ropa, directo de mi mochila a la lavandería: un kiosco con lugar para mostrador y silla donde una señora recibe el encargo, lo manda a lavar al lago y cuando vuelve la ropa limpia esa misma tarde, sobre el mismo mostrador la plancha. Lavado y planchado en el día, 10 rupias la pieza, un poco sobrevaluado pero nada mal para la parte vieja de la ciudad y hacen un muy buen trabajo. Después, a casa, a la ducha, a la cama del bahut garam, el tremendo calor del medio día.
Aquí estoy otra vez, con mucho que escribir, que meditar y muchos videos que editar y fotos que descartar.
Próxima misión: casa nueva, mejor y más barata, ya pagado el derecho de piso ahora quiero algo más, se verá.
Gordo Kury

viernes, 19 de junio de 2009

Garuda no vuela, por más que Vayu sople y sople




17 de junio de 2009
Jamburá
Rajasthan
Día 21
Garuda no puede volar

La mañana empezó tempranito, antes del amanecer, cuando apenas clareaba. Chai con leche de cabra recién ordeñada y rotis con miel, recién hechos al fuego de cortezas de no sé qué árbol. Teníamos planeado un recorrido por la zona más fértil de la región porque yo quería conocer más a fondo la agricultura que se practica en el lugar, pero nuestro verde garuda no quiso volar, según Shuresh alguien había robado el combustible al amparo de la noche, a mí me pareció improbable porque hay perros durmiendo en la puerta de la casa y las cabras también habrían alertado pero a Shuresh no se le iba de la cabeza que su hermano menor y vecino le había robado por envidia. La envidia se explicaba por mi presencia en casa de Shuresh, lo que es triste. Al pasar el calor del medio día Shuresh mandó a su hija menor Púna y sus sobrinos Lokés y Kelás a pie a comprar un bidoncito de combustible a una pequeña ciudad a unos 6 km de distancia. Mientras tanto, la esposa de Shuresh se torció un tobillo, con lo que quedó claro que estábamos sufriendo el ataque de la brujería. Uno puede reír bobamente de algo así, pero el bobo es uno, aquí la brujería no es una acusación liviana, es un asunto serio y peligroso. Yo tenía una mezcla preparada a base de aceite de sésamo y aceites esenciales de lavanda y romero, con un poquito de jugo de jengibre armamos un lilimento que Shuresh aplicó con mucho cariño sobre los músculos y tendones de la sufrida pierna de su esposa, con lo que se fue aliviando rápidamente. Ante mi insistencia, Shuresh habló desde su celular con su mecánico de Udaipur, que le diagnosticó el problema del motor de la moto y le explicó la misteriosa pérdida de combustible, éste se había ido a otra parte del motor. Con las instrucciones del mecánico Shuresh desarmó el motor, extrajo el combustible, ahora inservible, de su anómala ubicación, metió en algún lugar del motor una moneda de una rupia para tapar no sé qué conducto y lo volvió a armar. El hombre es realmente hábil, y mejor serlo si uno va a vivir en una aldea de menos de 20 familias a 6 km de la más diminuta ciudad de los alrededores. Cuando terminó de reparar su nave espacial la tarde prácticamente se había pasado, en un calor infernal, sin electricidad ni agua corriente, los tres niños volvían de su odisea sonrientes pero cansados y con su carguita de combustible para la vespa special. Con el “pedrol” en la máquina salimos como el rayo una hora antes del ocaso, pero sin la mezcla necesaria de aceite el pobre motor de dos tiempos sufría tremendamente, así que nos desviamos para alimentarlo como corresponde, así nos agarró la noche, después de un día aparentemente improductivo pero con mucha conversación y fotos; en el interín habíamos aprovechado para techar la mitad descubierta del cobertizo de las cabras, un trabajo improvisado con unos cuatro metros de plástico negro, unas cuantas ramas y bastantes piedras y ladrillos, nuestra inesperada pero alegre jornada terminaba. A la noche nos visitó desde otra aldea Mina, un sobrino menor de Shuresh, con su nuevay bellísima esposa y una de sus hijas. Me contaron que su primera esposa lo había abandonado dejándolo con un hijito de menos de un año, comentarios réprobos para la ingrata pero final feliz para el desdichado sobrino ya que encontró una nueva mujer hermosísima y fértil. Luego de cenar, como de costumbre, trepamos al techo para la primera parte de la noche, que fue, como venía siendo, de las 10 a las 3, cuando el Monzón nos despertó otra vez con sus chorros de agua tibia, sus truenos y relámpagos y su viento loco. Terminamos la noche, como de costumbre, durmiendo con las cabritas. Esa noche el Monzón puso a prueba al pobre techo que habíamos armado la tarde anterior, pero para mi sorpresa el techito pasó a duras penas el examen riguroso del viento y el agua.
Gordo Kury

Shiva, Matsya y la epopeya de los Mina




16 de junio de 2009
Jamburá
Rajasthan
Día 20
Shiva, Matsya y la épica de los Mina

A eso de las 6 de la mañana, después de desayunar un delicioso chai con leche de cabra ordeñada en el momento, partimos montados en la vespa verde de Shuresh, nuestra propia Garuda verde. Nuestra meta era el templo más grande de Shiva en la región, a unos 40 minutos de vertiginoso vuelo en vespa por los caminos del Rajasthán.
Al llegar al río que justo corre a pocos metros del Shiva Mandir, nos detuvimos para un baño purificante.
El templo es impresionante y está dividido simbólicamente en varias partes. La parte más externa es el jardín, que tiene árboles frutales para refugiar a los langures y matas altas y cañaverales para dar hogar a las cobras. La arquitectura es de claro simbolismo sexual, al menos es claro para quien sepa ver. Tiene dos cúpulas, una erguida y alta, fálica, y la otra redonda y aplanada en forma de pecho de mujer.
Por la puerta de la estructura principal de piedra se acede al atrio, donde uno es más golpeado que recibido por el incienso. Este primer círculo interno del edificio es la parte más iluminada, aunque envuelta en una penumbra amarillenta, ya que la luz del sol penetra por la puerta y por las ventanas de piedra labrada, perforada para que entre la luz y el aire. El agua corre a pequeños chorritos por las paredes o gotea aquí y allá formando hilos de agua en el suelo, también de piedra. Constantemente se escuchan los pájaros y langures que hablan entre ellos afuera del edificio y desde dentro las distintas campanas que cada feligrés toca al penetrar en el círculo más interno, íntimo y sagrado del templo, se escuchan también los golpes que el brahmán da para partir cocos contra una piedra. El círculo más interno, sagrado y “real” en el sentido de que es el verdadero lugar de culto, está unos tres metros más abajo que el resto del edificio, es una catacumba iluminada por una única lámpara de ghí. La catacumba no está construida, es preexistente al templo y la piedra está sin tallar, intacta, un pequeño manantial surge y el agua baña al Shiva-Lingam de bronce negro incrustado en la roca que forma el lecho. Es evidente que el manantial en sí es lo sagrado y que el templo fue construido en torno a él. Los devotos hacen sus ofrendas de incienso en torno al Shiva-Lingam, este Penis in Vulva de bronce, y lo bañan con leche o agua. Yo, por mi iniciación , hice mi manásika púja u ofrenda interna, como quienes conocen las fórmulas antiguas y verdaderas, no litúrgicas, de lo sagrado. Al salir de la catacumba se espera de uno una ofrenda o sacrificio en metálico que uno coloca en el lugar adecuado para que el brahmán mantenga el templo, o se compre cositas, por supuesto. Hecho el depósito de rigor, el brahmán te bendice y te pinta el entrecejo con pasta de sándalo y te da una parte de coco que simboliza la fertilidad y la abundancia.
Después de nuestra visita a Shiva, montamos otra vez en nuestro Garuda verde, y partimos como el rayo hacia el centro de la región de los Mina, el Fuerte Boray o Boraya. Me cuenta Shuresh que antaño los Mina vivían con terror a este lugar, dominados desde el fuerte por los Kshatriyá Rajput, que ejercían su señorío desde las alturas de la montaña. Un día, hace 5 siglos, los Mina se alzaron en armas contra el poder feudal y vencieron en su revuelta, acabando con todos los kshatriyás de la región, aún hoy no hay en la zona una sola familia kshatriyá, cuando en Udaipur son la gran mayoría. Los mina defendieron su conquista contra toda probabilidad de todos los poderes vecinos, de los Mogul, los musulmanes, los Rajput y, finalmente, de los ingleses, contra quienes montaron una tremenda guerrilla. Cuando finalmente los ingleses se establecieron como poder dominante, rencorosos, desataron sobre los mina un terrible castigo colectivo declarándolos tribu criminal y sometiéndolos a una represión y opresión que haría las delicias de José Stalin. Linda gente estos piratas. El castigo colectivo recién fue levantado por la República al principio de los 60s.
Los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre el origen de los Mina, algunos afirman que son aborígenes de la región y otros sostienen que son originarios del centro de Asia, como sea no son de origen ario como el resto de los indios del norte. Los Mina son atléticos y hermosos, tanto hombre como mujeres, hoy se dedican principalmente a la agricultura, pero en la intimidad de sus aldeas siguen practicando con sus arcos y flechas y mantienen su memoria épica bien clarita. Ellos se consideran descendientes directos del rey Matsya, avatar de Vishnú en forma de pez, que gobernó la región en tiempos míticos. En general se acepta que los Mina eran la clase gobernante de la región durante la dinastía Matsya hasta que aceptaron una frágil alianza con los invasores del imperio Rajput y su declinación comenzó.
El sol se puso, como siempre, detrás de las montañas del oeste y trepamos como cada noche al techo para dormir. A las 3 de la madrugada el Monzón nos levantó con su viento violentísimo y sus chorros de agua tibia. A dormir con las cabras otra vez el resto de la noche en el cobertizo semitechado anexo a la casa, que es cocina, dormitorio de emergencia, comedor y establo.

Gordo Kury

Jamburá, la tierra de los Mina




15 de junio de 2009
Jambura
Rajasthan
Día 19
Jamburá, tierra de los Mina

La familia de Shuresh es maravillosa, en la casa faltaba el hijo mayor porque trabaja en un hotel de Udaipur, como casi todos los varones de la aldea. En su lindo rancho viven sus dos hijas y su mujer, las tres trabajan todo el día en las labores de la casa, en cuidar las cabras, cocinar, en fin, se levantan dos horas antes para que todo esté perfecto, y lo está, es una casa y una familia completamente armoniosa. Las mujeres trabajan muchísimo y se espera de los hombres que provean seguridad, bienestar y dinero. Los roles están bastante claros, pero no son completamente infranqueables. Tengo que decir que si uno sigue pensando, como yo y algunos pocos viejos conservadores, que la familia es la más básica unidad de la sociedad y no el individuo, entonces el sistema funciona maravillosamente. Ahora, desde el punto de vista individual hay cosas que pueden chocar bastante como el matrimonio arreglado o el papel de la mujer, que ellas desempeñan tan bien y con tanta dignidad, pero que en nuestro mundo parecería un poco duro. La verdad es que las familias Mina parecen felices, muchísimo más que cualquier familia que yo conozca en Europa o Sud América, muchísimo más, incluidas las mujeres. Los niños Mina son sanos e inteligentes y, en comparación, nuestros niños de ciudad parecen locos, y posiblemente lo están, y cómo no estarlo con los años de institucionalización forzosa en los campos de reeducación que llamamos escuelas y las varias horas diarias de hipnosis televisiva y videogames. Estos niños ayudan en las labores del campo y de la casa, lo hacen bien y con orgullo, se divierten haciéndolo, pasan todo el día con sus vecinos niños y con sus familias, bajo el sol, al aire, en patas; en los cuatro días que pasé en Jambura no vi ni un solo niño llorar, ni un sólo adulto corrigiendo o regañando a un niño; no es necesario, son niños muy educados y respetuosos y reciben respeto por parte de los adultos. Realmente, para mí, todo en este mundo de los Minas parece correcto; sacando lo del matrimonio arreglado que yo no puedo tragar, aunque funciona mejor aparentemente que nuestro matrimonio emocional, pero aún así cuando no funciona debe ser una carga tremenda. Existe la separación, conocí un caso en que una mujer se cansó de su familia y abandonó al marido y su niño de menos de un año para volver con sus padres. El marido se casó de nuevo y tiene varios hijos con su nueva mujer. La separación fue decisión de la mujer, desconozco los motivos, pero en cualquier caso se quiso ir y se fue y en la casa de sus padres fue bien recibida y respetada. Estos casos se dan entre los Mina porque son una sociedad tribal, entre los hindúes no es tan fácil y entre los musulmanes se complica más todavía. Entre los Mina también es aceptado, aunque no vi ni un sólo caso, el matrimonio múltiple y la infidelidad es común aunque reprobada. El sexo fuera del matrimonio es tabú, pero existe, clandestinamente, pero existe. Al arreglar el matrimonio de una hija, su familia debe ofrecer dote, que puede ser una carga pesada. Yo todavía no entendí porqué alguien querría pagar para que se lleven a su hija de la casa, incluso si uno piensa en la mujer como objeto comerciable (y es bastante así aquí), aún así es difícil de entender, porque las mujeres son realmente útiles y productivas, hacen una labor excelente y son trabajadoras fuertes e incansables ¿por qué alguien pagaría para deshacerse de ellas? no tengo la menor idea, pero así es como funcionan aquí las cosas, triste pero cierto.
En este primer día no hicimos mucho porque llegamos a media tarde, pero Shuresh me mostró los árboles sagrados de la aldea, protegidos por Khalí, hicimos nuestro pújá a Khalímá por supuesto, con total sinceridad y respeto, en verdad el lugar es tan sobrecogedor que mueve a una reverencia profunda por la divinidad que todo lo impregna. Luego subimos la montaña que bordea la aldea y en el camino cruzamos una familia de langures y montones de pavos reales que son autóctonos de esta región y que son respetados, por lo tanto, prosperan. desde lo alto de la montaña se divisan otros tres valles donde otras tres aldeas Mina también prosperan. nos quedamos viendo la puesta del sol y palpitando la llegada tan esperada del Monzón que era simbolizada por los enormes cumulus nimbus del horizonte. Al volver a la aldea los langures estaban en el árbol de Khalí, gritando como locos y Shuresh pensó que eso indicaba que el tigre que vive en la jungla remanente de una montaña cercana posiblemente estaba bajando, los monos lo sienten a kilómetros según me dijo. Esa noche dormimos en el techo, bajo un cielo indescriptible. A la mitad de la noche el Monzón nos despertó a baldazos de agua tibia y terminamos de dormir con las cabras porque dentro de la casa hacía demasiado calor. A la mañana siguiente los vecinos confirmaron que el tigre había estado en la aldea.


Gordo Kury

jueves, 18 de junio de 2009

Mina, la tribu libre del Rajasthan






14 de junio de 2009
Jambura
Rajasthan
Día 18
Jamburá, tierra de los Mina

El viaje fue muy bueno, gracioso, me hizo acordar mucho a aquellas excursiones de la escuela primaria en las que nos apiñábamos dos o tres divisiones de niños en un vetusto mercedes 1114 al que llamábamos “la cafetera” y reinaba la solidaridad frente a las condiciones y el jolgorio era constante. El conductor me hizo sentarme a su lado y me iba presentando a la gente que iba subiendo, el tipo era, además de simpático, un escupidor profuso y experto, cada 5 minutos mandaba un preciso disparo que pasaba entre varias personas y daba en el blanco con un cien por cien de exactitud, un peligroso artillero del tabaco.
A la limitadísima velocidad que llevábamos era fácil disfrutar del paisaje; un páramo completamente yermo, árido, lechos de ríos y lagos secos por todos lados, árboles con pocas hojas, cáctus, hasta la gente estaba como disecada. Pero eso iba a cambiar en tres días con la llegada del Monzón...
El asfalto llega hasta unos 1000 metros de la aldea de Jamburá, y eso es increíble porque en esa aldea viven unas 20 familias solamente, no hay correo, ni banco, ni policía; el tendido eléctrico también llega aunque el servicio es pobre, hay apagones casi todo el día y un promedio de tres a cuatro horas de suministro diario. Con la electricidad se extrae agua de poso en Jamburá, un agua deliciosa, sana, buena para beber.
Todas las imágenes de la India pobre y sobrepoblada deben desaparecer cuando uno entra en Jamburá, allí la gente es dueña de su tierra, los niños son sanos, bien alimentados, brillantes en todos los sentidos; los animales no sólo están bien alimentados y sanos, también son enormes; las vacas, las cabras, los búfalos, son todos bichos gigantescos para su raza. La fauna silvestre también es muy rica y espectacular, hay langures, los pavos reales son autóctonos y nadie los lastima así que prosperan, hay un tigre en los alrededores que estuvo merodeando mientras yo estaba ahí una noche, los monos advirtieron y todos a subirse al techo más rápido que ligero, fantástico.
Para mí, una de las razones que explican la prosperidad de las aldeas de la zona es que los Mina, su pueblo, se levantaron hace 500 años contra la opresión de los señores feudales y vencieron. Los Mina son una tribu destinada por el sistema de castas a trabajar la tierra de los señores Kshatriyás, pero parece que un buen día se cansaron de la opresión y se alzaron en armas contra el rey, tomaron el fuerte y ese fue el fin de todos los Kshatriyás de la región y el principio de la libertad de los Mina. En la parte más prominente del fuerte los Mina levantaron un templo a Shiva. Los Mina viven libres y ocupan orgullosamente la tierra que sus tatarabuelos conquistaron para ellos.

Gordo Kury

viaje a Jamburá

13 de junio de 2009
Jambura
Rajasthan
Día 17
Viaje a Jamburá

Mi amigo Shuresh me invitó a conocer a su familia y su aldea, Jamburá, en el interior del Rajasthán. Una invitación deliciosa, imposible de resistir.
Salimos al mediodía desde Udaipur, yo en el autobús con dos sobrinitos de Shuresh (Shuresh es el diminutivo de Surya, que significa Sol, así que viene a querer decir solcito, no parece un nombre muy masculino si uno lo traduce, pero en hindi Shuresh suena bien), y él con su esposa en su motito vespa special (certamente non per gli coli bolognesi, ma è vero che una special ti tolia i problemi!). En su vespa él podría haber ido muchísimo más rápido pero, creo que para que yo estuviera cómodo él iba todo el tiempo al lado del autobús o un poco atrás o un poco adelante, un gesto innecesario, pero tan generoso y amable, en fin, esta gente es increíble para mí.
Unas palabras sobre la infraestructura vial en el Rajasthán: es extraordinaria. Los caminos son, como es debido, mantenidos por el gobierno, por lo tanto no hay peajes ni nada parecido. La calidad fue, durante todo el viaje de ida, entre buena y excelente. No son caminos anchos, son de dos carriles divididos imaginariamente, es decir, no hay si quiera una línea pintada que divida las dos direcciones. Esto podría parecer peligroso, sobre todo si uno suma vacas, monos, camellos, bicicletas, peatones y una cantidad de participantes de toda naturaleza y color, pero no lo es por una razón muy simple: durante todo el viaje el vehículo no pasó de los 60 km por hora, y en realidad el promedio de velocidad debe haber rondado los 45 como mucho. A esa velocidad no hay choques y si hay alguno no será tan grave porque habrá tiempo para frenar bastante. Alguno dirá ¡pero a esa velocidad no llegás nunca! pero es al contrario, a esa velocidad llegás seguro, así que para mí fue otra lección en la inteligencia del pueblo indio. No vi por ningún lado tampoco policía caminera ni nada parecido, el tránsito se auto regula con altas dosis de paciencia, sonrisas, amabilidad y agilidad, los conductores van muy atentos y son muy rápidos para maniobrar finito.
El autobús se parecía mucho a uno de los viejos Mercedes 1114 que se usaban en Buenos Aires para el transporte público hasta hace unos años y que todavía se ven en las líneas de barrio, pero, como casi todos los vehículos, la maquinaria agrícola y los trenes, no era Mercedes si no Tata, la industria colosal de la India. Como todas las ventanillas van abiertas y el conductor para cada tanto para llenar botellas de agua que circulan después entre los pasajeros, uno no extraña el aire acondicionado, para nada. El Tata se llena a su capacidad real, es decir, el único límite es la física, el Tata se llena de verdad. Además del conductor, hay otros dos hombres que se ocupan de cobrar los pasajes, baratísimos por otro lado, y acomodar o, más bien, compactar a los pasajeros. Uno viaja inevitablemente en contacto corporal con tres o cuatro personas, pero, por lo que vi, la gente aquí se adapta a la falta de espacio comportándose como si todos fueran familia, es como si todos en el Tata hubiéramos sido primos compartiendo una camioneta familiar demasiado compacta. El mismo contacto corporal que uno aceptaría de un primo, o un hermano, acá uno lo acepta de un desconocido, pero que se comporta con simpatía y delicadeza, como un familiar no muy lejano.
Una cosa es sorprendente, no sentí hasta ahora en todo mi viaje, ni una sola vez, algún olor corporal ofensivo, y yo soy maniáticamente sensible del olfato eh, pero nada, nada de nada, increíble, y tengo que aclarar que el calor acá te cocina. Lo que sí, tengo la gran fortuna de ser un poco duro de oído, porque si fuera sensible a los ruidos molestos ya estaría internado en un psiquiátrico, el nivel de ruido en la India es completamente delirante, yo lo soporto bien porque soy medio sordo, gracias a Dios.


Gordo Kury

viernes, 12 de junio de 2009

la construcción y los niños






12 de junio de 2009
Chandra Pol, la Puerta de la Luna
Udaipur
Día 16
La construcción en Udaipur

La construcción en Udaipur es una industria dinámica, por lo que se ve, es el motor de la economía, junto con el turismo. Hace 20 años la ciudad seguía siendo del mismo tamaño prácticamente que era desde la Edad Media, pero ahora se extendió locamente para todos lados. Del lado del lago Pichola del que está mi casa, hace 10 años no había nada más que árboles de mango y monos, ahora monos sigue habiendo y algún árbol de mango quedó, pero las cosas cambiaron. Lo que hay que decir es que esta gente, a diferencia de la nuestra, convive muy bien con los otros mamíferos y la extensión del asentamiento humano no es la misma tragedia que uno esperaría en nuestro lado del planeta. Tiene sus lados oscuros, pero no es lo dramático que podría ser.
Toda la construcción y albañilería la hace una casta específica y los miembros de las familias de esta casta trabajan todos: hombres, mujeres y niños. Cada uno a su ritmo. Se ven las mujeres haciendo las mezclas de cemento al pie de las construcciones, los hombres trabajando en las alturas y cargando escombros y los niños yendo y viniendo todo el día con sus burritos cargados de piedras. El trabajo infantil no es tampoco la tragedia espantosa que uno se imaginaría. No es un cuento de Dickens, para nada, los nenitos trabajan, pero junto a sus padres y aprenden, ayudan a la familia, se divierten también. Los niños trabajan en todos lados, en hoteles, restaurantes, haciendo jugos de frutas, vendiendo yogurt, haciendo de todo, pero uno no ve, o al menos yo no he visto, niños tristes, se los ve contentos, alegres, bien niños aunque tengan responsabilidades. Ya sé que esto que escribo se escapa al estereotipo que muchos quieren recibir de la India, un estereotipo que me parece, ahora que estoy acá, ridículo y falso y me da la impresión de que no pasa de ser una forma más de mantener al occidental quietito: entre la espada aterradora de lo que podría ser su vida si hubiera nacido en el tercer mundo y la dura pared de lo malo conocido.


Gordo Kury

miércoles, 10 de junio de 2009

Bandadas y prejuicios

10 de junio de 2009
Chandra Pol, la Puerta de la Luna
Udaipur
Día 14
Bandadas y prejuicios


Cada atardecer, entre las 8 y las 9, una enorme bandada negra sale de la montaña justo detrás del palacio donde vive el MaháRája, el Príncipe de Udaipur. La negra bandada se extiende por kilómetros haciendo cada atardecer el mismo recorrido sobre el lago y más allá hacia el horizonte. Cada mañana, entre las 8 y las 9, la bandada retorna por el camino inverso. Los integrantes son enormes animales del tamaño de gaviotas, pero negros, y son miles y miles, cientos de miles, tardan más de cuarenta minutos en pasar sobre mi terraza. Pero no son aves, no señor, son los murciélagos más enormes que haya visto nunca en mi vida, enormes, y son tantos, Dios mío, este país no para de sorprenderme.

Sobre los pájaros; el que parece un benteveo (bicho feo, martín pescador), pero que canta con una nota más (bicho fulero bicho fulero) es de color azul, hoy lo vi finalmente, es exacto el benteveo nuestro pero de un azul exuberante. El que parece un tero es igualito al tero pero con el pico colorado.

Por extraño que parezca, desde que estoy en Udaipur, sólo vi un único mosquito, y no fue lo suficientemente rápido el desgraciado animalito.

Está lleno de ardillas; está tan pero tan lleno de ardillas que uno tiende a dejar de notar su presencia. Como decía Borges, en el Corán no hay camellos...

Frente a mi casa hay una isla donde anidan las garzas. Digo yo que son garzas, son unos pájaros enormes y un poco desgreñados, y son, también, miles y miles. La vida es riquísima aquí, desbordante, tanto en población como en diversidad. Lo que menos hay, y me sorprende, son insectos, no hay casi moscas, poquísimas y bravas hormigas rojas diminutas, furiosas, no vi ni una sola cucaracha, no vi ratas tampoco, en fin, la verdad, cualquier prejuicio que uno pueda traer sobre la india, en Udaipur se cura más rápido que ligero.


Gordo Kury

Lavanderas de Gaugin en la Puerta de la Luna

9 de junio de 2009
Chandra Pol, la Puerta de la Luna
Udaipur
Día 13
Lavanderas de Gaugin y siestitas del Rajasthán

Cruzando el lago Pichola, justo en frente a mi terraza, cuatro hermosísimas mujeres lavan ropa cada mediodía. Son bellísimas por su gracia y alegría y los colores de sus ropas y los paños que lavan son intoxicantes. Es una escena del Tahití de Gaugin que cada mañana me deleita. Voy a tratar de lograr un buen zoom porque la distancia es bastante grande, pero realmente quiero compartir este regalo.

Mi salud vuelve a ser la de siempre ¡pero qué dos días pasé! aunque no es para tanto la verdad, ayuno, más agua de la que me hubiera gustado ingerir, reposo y algunos electrolitos y listo, ese es todo el problema que hace temblar a los occidentales ¿qué nos pasa? ¿somos realmente tan pero tan blanditos que una diarrea nos hace entrar en pánico? la verdad es que es entre cómico y vergonzoso.

El monzón no acaba de llegar al Rajasthán, aunque hace días que llegó a Kerala, Mumbai y Goa. El calor aprieta, la humedad aumenta, se complica la respiración y cualquier cosa que uno quiera hacer pasadas las diez y media de la matina requiere un gran golpe de voluntad. Yo, por mi parte, me levanto bien tepranito, al amanecer, hago lo que tengo que hacer y a las diez ya trato de estar refugiado en algún lugar más fresquito hasta por lo menos las cuatro o mejor todavía las cinco o las 6.

Previendo futuras faltas, estoy secando la yerba mate al sol después de mis tererés, todavía no probé cómo andará, pero de olor y textura parece bien.

El mediodía aquí es para la siesta, que impera sin disputas en todo el reino. La siesta aquí no es tabú ni vergüenza, los empleados duermen tranquilamente en el suelo de los comercios y los dueños en la trastienda, si algún loco cliente asoma se despiertan y despachan de buen humor.





Gordo Kury

lunes, 8 de junio de 2009

Jornadas de purificación intensiva. I know I had it coming

8 de junio de 2009
Chandr Pol (la Puerta de la Luna)
Udaipur
Día 12
Jornadas de purificación intensiva. I had it coming

Tenía que pasar, estaba advertido y no le di importancia.
Frente a la puerta de cada casa hay un ánfora de barro con agua adentro y un cucharón. Está ahí para que si alguien pasa por tu puerta con sed, pueda calmarla. Es una hermosa costumbre ¡Lo que yo nunca me esperé es que fuera agua de poso sin hervir!
Yo me reía y me río bastante del terror mórbido que los blancos tienen al agua y al hielo en la India, y siempre pensé que si los locales no se enferman porqué me iba a enfermar yo que soy un tipo fuerte con un sistema inmunológico categoría peso pesado. Claro, había un secreto que yo no conocía: ¡los locales sí se enferman! Bueno, y yo también. Doce horas después de tomar esa sopita de bacterias empecé a sentirme débil, como si una récua de microscópicos camellos chupasangre estuvieran saciando su sed en mi torrente sanguíneo luego de cruzas el desierto del Tar. Después, una especie de micro espasmos en el cerebro, después fiebre. Después más y más fiebre. Después más, mucha más fiebre. Y unas diez horas después hizo su esperada aparición la diarrea, mi cuerpito tratando de librarse de los camellos-vampiro.
Nadie se preocupe, porque si estoy escribiendo esto, es que sobreviví. Ayudé a mi cuerpo con mucho reposo y ayuno de, hasta ahora, 48 horas, que pienso mantener al menos por un día más. Ayudé a la purificación interna con litros y litros de tereré y limpieza colónica con agua y unas gotitas de limón. No doctors for me please.
Así que parece ser que pasé la primera iniciación en bacterias. Por si hubiera también alguno de esos parásitos del tamaño de un sapo, estoy usando electricidad también, si alguien nunca oyó hablar de la electromedicina vale la pena consultar en la internet sobre un apartito llamado zapper y una interesante bioquímica rebelde, de esos pocos científicos auténticos que siguen resistiendo a las corporaciones: Hulda Clark.

Estoy definitivamente instalado en Udaipur, al menos por los próximos meses, el Monzón se aproxima rápidamente, la humedad aumenta, la presión cambia. Tengo mi casa, mi heladera, mi batería de cocina, así que los próximos meses serán prácticamente gratis.
Prácticamente todos los hombres que conozco son de casta Kshatriyá, los terribles guerreros arios de esta tierra. Francamente estoy muy sorprendido de cómo me hacen sentir aceptado, respetado, e, incluso protegido. Ayudó mucho que, como estudioso que soy de la India de hace tantos años, conozco mínimamente el protocolo. Jamás me permito usar ropa sin planchar y trato de estar impecable en todos los aspectos. También noté que aprecian y respetan que adopte las costumbres locales más virtuosas, como no comer carnes ni huevos. Como conozco el sánscrito en un nivel básico, puedo también leer los carteles en Hindi y Rajastani, que usan el mismo alfabeto, y eso realmente impresiona, debo ser uno de los pocos monos blancos que pueden hacer eso aunque sea en un nivel tan elemental.
Entiendo que cuando se encuentran con un extranjero, el primer momento es de desconcierto, y, muchas veces el segundo es de absoluto desprecio y tal vez el tercero es el consecuente intento descarado de abuso y explotación. Pero si uno entiende los códigos, el tema no es tan complicado. Ellos tienen unos protocolos diferentes y se sienten muy chocados cuando nosotros no los respetamos. Además no saben leer las señales de casta en nosotros, entonces buscan en el cumplimiento de los protocolos y la ropa, alguna forma de ubicarnos en su mundo. Un mochilero desalineado, desgreñado, sucio y, muchas veces, hediondo, pero con mucho dinero en comparación con los indios es completamente despreciado, se percibe como alguien que no merece lo que tiene y queda expuesto a la rapiña.


Gordo Kury

sábado, 6 de junio de 2009

mono no come banana, chapati come






6 de junio de 2009
Hanuman Ghat
Udaipur
Día 10


Una cosa que no esperaba es la cantidad de pájaros de todo tipo que hay, y lo más extraño es que hay varios que son la versión india de pájaros que conozco de la Argentina. Hay por ejemplo un pájaro que igualito que una calandria, igualito eh, pero completamente negro. Hay otro que calcado del teru-teru, pero que cuando vuela grita distinto y tiene el pico colorado. Hay uno igual al Martín Pesacador, o bicho feo o benteveo pero en vez de bi-chofeo este grita bi-cho-fulero,y es de un azul suntuoso. Hay también unos colibríes negros, pero que en vez de ser solitarios, son gregarios, ocupan todo un árbol a veces.

La gente también es muy especial, muchos tienen la piel muy oscura y los rasgos muy delicados, hay versiones indias de occidentales también, ayer por ejemplo me estaba comiendo una merienda y se sentó delante mío el clon de Arnold Schwarzenneger, pero indio, increíble, y justo acá al lado, curioseando mientras escribo está Mahendra, la versión india del Che Guevara, las chicas en la Argentina morirían por este flaco. Es uno de los muchachos que limpian el hotel, un tipo divino, la verdad.

Hoy me mudo a una casita que alquilé, no es muy grande, pero es linda, tiene una habitación bien grande, una linda cama doble, ventilador por supuesto, un pequeño baño estilo indio y una cocina cómoda; lo mejor que tiene es la terraza, que es amplia y tiene una parte techada para pasar las tardes, está en la propia costa del lago... lindo lugar.

Los monos que el otro día aparecieron en mi ventana, andan en grupo por toda la ciudad, ayer me los encontré en otro barrio y les alcancé unas bananas que tenía, pero después de probarlas las rechazaron con notorio desdén, intenté otra vez sin mejores resultados, entonces una chica, muerta de risa se me acercó y me hizo entender que a estos monos no les gusta tanto la fruta, que prefieren cosas fritas (!), me dio algo que ella estaba comiendo y que parecía una especie de chapati pero frito en guee y condimentado, se los lancé y se lo disputaron, desapareció en un segundo y ahí quedaron los monitos chupándose los dedos.

Como todas las mañanas después de la primera ducha y mis prácticas, salí a comprar alfalfa para las vaquitas. Le doy alfalfa a cada vaca que me cruzo por el camino, pero tengo mi preferida; está siempre del otro lado del lago con su gopi. Tiene un ternero y un torito que la siguen. Ellos comen, ella no, ella come poquito, pero quiere que la empuje, la rasque, la mime y le den palmaditas. Me quedo casi una hora con ella porque es tan mimosa, se tira al suelo de costado como un perrito, es linda






Gordo Kury

miércoles, 3 de junio de 2009

los hijos de Hannuman y la realidad





3 de junio de 2009
Hanuman Ghat
Udaipur
Día 7

El día de hoy empezó auspiciosamente. Mientras me afeitaba después de la práctica y ducha de primera hora, por la ventana de mi cuarto vi un grupo de monitos, herederos de Hannuman, el hijo del viento. Algunos estaban tranquilos sentados espurgándose detrás de la cúpula del templo de Shiva, otros jugaban en las ramas del árbol de mangos, frente al semiseco lago Pachola, apropiadamente en el Hannuman Ghat.
Desayuno de yogur casero con miel y bananas maduras, un alimento perfecto. Y después en tuktuk al Sêva Mandir, una ONG india que se dedica al desarrollo rural y el fortalecimiento de la mujer. Parece que funciona fantásticamente. Larga conversación con Príti, la directora; una fantástica persona, muy inteligente y de muy buen trato, le gustó aparentemente que apareciera un argentino entre tanto estadounidense. Charlamos bastante y creo que podremos hacer alguna cosa, se verá. Ya iré desarrollando más este proyecto.
Más, decidí quedarme al menos un mes en Udaipur, así que ya hice contactos para alquilarme una casita.
Durante el día me tomé un jugo de caña con menta, limón y sal negra, al pié del trapiche, después un coco verde, más a la tarde un jugo de lima dulce (nosotros no tenemos, por fuera parece el limoncito caipirinha que hay en el Brasil pero el sabor es increíblemente dulce, como si le echaran azúcar, pero no le echan) y varios litros, creo, de tereré, el regalo de los correntinos.
Pasaron más cosas durante el día, o, más bien la noche, pero no sé si contar... bueno, resumo sucintamente: acompañando a una señora estadounidense a su hotel, pasadas las nueve de la noche, unas nenitas que se estaban refrescando bajo la manguera nos saludan y nos invitan a su casa, lógico que declinamos, pero insistieron tanto con sus please five minutes please, y con unas sonrisas tan lindas que finalmente aceptamos. Dos habitaciones, padre, madre, seis hijos y dos entenadas. Nos dieron chai, a la señora la pintaron con hena y yo conversé con el padre. Gente pobre entre los pobres, el hombre es conductor de tuktuk, empleado del dueño del vehículo y gana por mes 3000 rupias, 45 euros, 1000 se le van en el alquiler abusivo de la pequeña vivienda y el resto en comida y medicina para el hijo menor que parecía muy enfermo. Veremos qué se puede hacer, pero me imagino que en tal situación cualquier ayuda será poca, en fin, el lado triste de la India, o de la Argentina, o del barrio de la Mina, atrás mismo del Forum de Barcelona.
En fin, las cosas son reales y tienen muchos matices, por supuesto, pero la vida es buena y abundante aquí, ciertamente, incluso más que en muchos otros lados.
Hoy discúlpenme que no desarrolle más, es que vengo justamente de la casa de esta gente y me quedé un poco introspectivo, mañana intentaré escribir más detalles, esto fue sólo para dejar registro del día...

noches mágicas del Rajásthán

1 de junio de 2009
Hanuman Ghat
Udaipur
Día 5


Voy a empezar por el final. No son todavía las nueve de la noche y todo se calma poco a poco en Udaipur. Una hermosa, fresca noche de verano con una brisa que es una bendición completa, es una noche espléndida, estupenda. El sol se puso muy temprano detrás de las montañas yendo al encuentro de mis amigos que todavía no lo vieron. Mientras se ponía, yo conversaba distendidamente con el cocinero, descalzos, en el techo del hotel, cada uno con su chai. Hablando en el mejor inglés que cada uno tenía, es decir, rajastanés él argentinés yo, nos encontramos en lo universal. Dos hombres de treintaypico, conversando en un techo en una tranquila noche en Rajastán, podría haber sido cualquier año, incluso el 3000 antes de Cristo, la conversación es la misma, la vida, la muerte, tus dioses y los míos, la montaña, los árboles, las hermosas mujeres, tu tierra, mi tierra, esa misma hermosa conversación cósmica que uno puede tener en un café de Buenos Aires, en un lanchoneche de Río o en el Mont Juïc de Barcelona. Sólo que estamos en el Rajastán, la Tierra de los Reyes, y alguna cosa cambia...
Mientras conversábamos, el sol se fue por detrás de los árboles y la montaña, la luna fue tomando su lugar y empezaron a oírse cánticos en loor a Ráma desde un templo que está a la izquierda, al ratito se superpuso el llamado del imán, cantando desde los minaretes de la mezquita que está cruzando el lago, y unos cuarenta minutos después, cuando la hora fue propicia, con la luna tomando su lugar correspondiente en la danza, comenzó el maravilloso, rítmico, hipnótico, Shiva pújá, la ofrenda a Shiva, tambores y címbalos. Estoy en éxtasis...

Esta jornada había empezado para mí a las 7 de la tarde de ayer, cuando salió mi tren desde la estación Nizamuddin de Delhi. Yo esperaba, a decir verdad un viaje romántico, en un tren como el de Darjeelin limited. Not at all. Era, propiamente, el tren gallinero. Una litera arriba de otra en un tren que medía kilómetros, éramos una pequeña ciudad alargadita y en movimiento. Un embutido de acero y gente largo como la Avenida Rivadavia. Ya sé, no es una metáfora muy romántica, el tren tampoco lo era. No importa, el viaje fue bueno, puntual, tranquilo. Llegando a Udaipur encontré un hotel fantástico en muy buen precio y en 10 minutos de buscar, el Panorama Guest House, diez puntos.
Udaipur es tan, pero tan romántica... A los que les guste James Bond, sepan que acá se rodó Octopusy, en el Lake Palace Hotel, que yo veo desde mi cuarto, y en el Monzoon Palace que está en lo más alto de la montaña más alta; desde ese punto uno puede estirar dos horas más el atardecer.
Está lleno de vaquitas, unas regias vacas y toros muy bien comidos y cuidados, de alguien son porque tienen pintados los cuernos de distintos colores y me imagino que es la forma civilizada de marcar el ganado, no como hacen nuestras bestias, a hierro y fuego. De verdad, esta gente es civilizada, ahora entiendo la respuesta que dió Gandhi una vez: le preguntaron, señor Gandhi ¿qué opina de la civilización Occidental? que sería una buenísima idea, respondió.





Gordo Kury