viernes, 19 de junio de 2009

Garuda no vuela, por más que Vayu sople y sople




17 de junio de 2009
Jamburá
Rajasthan
Día 21
Garuda no puede volar

La mañana empezó tempranito, antes del amanecer, cuando apenas clareaba. Chai con leche de cabra recién ordeñada y rotis con miel, recién hechos al fuego de cortezas de no sé qué árbol. Teníamos planeado un recorrido por la zona más fértil de la región porque yo quería conocer más a fondo la agricultura que se practica en el lugar, pero nuestro verde garuda no quiso volar, según Shuresh alguien había robado el combustible al amparo de la noche, a mí me pareció improbable porque hay perros durmiendo en la puerta de la casa y las cabras también habrían alertado pero a Shuresh no se le iba de la cabeza que su hermano menor y vecino le había robado por envidia. La envidia se explicaba por mi presencia en casa de Shuresh, lo que es triste. Al pasar el calor del medio día Shuresh mandó a su hija menor Púna y sus sobrinos Lokés y Kelás a pie a comprar un bidoncito de combustible a una pequeña ciudad a unos 6 km de distancia. Mientras tanto, la esposa de Shuresh se torció un tobillo, con lo que quedó claro que estábamos sufriendo el ataque de la brujería. Uno puede reír bobamente de algo así, pero el bobo es uno, aquí la brujería no es una acusación liviana, es un asunto serio y peligroso. Yo tenía una mezcla preparada a base de aceite de sésamo y aceites esenciales de lavanda y romero, con un poquito de jugo de jengibre armamos un lilimento que Shuresh aplicó con mucho cariño sobre los músculos y tendones de la sufrida pierna de su esposa, con lo que se fue aliviando rápidamente. Ante mi insistencia, Shuresh habló desde su celular con su mecánico de Udaipur, que le diagnosticó el problema del motor de la moto y le explicó la misteriosa pérdida de combustible, éste se había ido a otra parte del motor. Con las instrucciones del mecánico Shuresh desarmó el motor, extrajo el combustible, ahora inservible, de su anómala ubicación, metió en algún lugar del motor una moneda de una rupia para tapar no sé qué conducto y lo volvió a armar. El hombre es realmente hábil, y mejor serlo si uno va a vivir en una aldea de menos de 20 familias a 6 km de la más diminuta ciudad de los alrededores. Cuando terminó de reparar su nave espacial la tarde prácticamente se había pasado, en un calor infernal, sin electricidad ni agua corriente, los tres niños volvían de su odisea sonrientes pero cansados y con su carguita de combustible para la vespa special. Con el “pedrol” en la máquina salimos como el rayo una hora antes del ocaso, pero sin la mezcla necesaria de aceite el pobre motor de dos tiempos sufría tremendamente, así que nos desviamos para alimentarlo como corresponde, así nos agarró la noche, después de un día aparentemente improductivo pero con mucha conversación y fotos; en el interín habíamos aprovechado para techar la mitad descubierta del cobertizo de las cabras, un trabajo improvisado con unos cuatro metros de plástico negro, unas cuantas ramas y bastantes piedras y ladrillos, nuestra inesperada pero alegre jornada terminaba. A la noche nos visitó desde otra aldea Mina, un sobrino menor de Shuresh, con su nuevay bellísima esposa y una de sus hijas. Me contaron que su primera esposa lo había abandonado dejándolo con un hijito de menos de un año, comentarios réprobos para la ingrata pero final feliz para el desdichado sobrino ya que encontró una nueva mujer hermosísima y fértil. Luego de cenar, como de costumbre, trepamos al techo para la primera parte de la noche, que fue, como venía siendo, de las 10 a las 3, cuando el Monzón nos despertó otra vez con sus chorros de agua tibia, sus truenos y relámpagos y su viento loco. Terminamos la noche, como de costumbre, durmiendo con las cabritas. Esa noche el Monzón puso a prueba al pobre techo que habíamos armado la tarde anterior, pero para mi sorpresa el techito pasó a duras penas el examen riguroso del viento y el agua.
Gordo Kury

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