lunes, 8 de junio de 2009

Jornadas de purificación intensiva. I know I had it coming

8 de junio de 2009
Chandr Pol (la Puerta de la Luna)
Udaipur
Día 12
Jornadas de purificación intensiva. I had it coming

Tenía que pasar, estaba advertido y no le di importancia.
Frente a la puerta de cada casa hay un ánfora de barro con agua adentro y un cucharón. Está ahí para que si alguien pasa por tu puerta con sed, pueda calmarla. Es una hermosa costumbre ¡Lo que yo nunca me esperé es que fuera agua de poso sin hervir!
Yo me reía y me río bastante del terror mórbido que los blancos tienen al agua y al hielo en la India, y siempre pensé que si los locales no se enferman porqué me iba a enfermar yo que soy un tipo fuerte con un sistema inmunológico categoría peso pesado. Claro, había un secreto que yo no conocía: ¡los locales sí se enferman! Bueno, y yo también. Doce horas después de tomar esa sopita de bacterias empecé a sentirme débil, como si una récua de microscópicos camellos chupasangre estuvieran saciando su sed en mi torrente sanguíneo luego de cruzas el desierto del Tar. Después, una especie de micro espasmos en el cerebro, después fiebre. Después más y más fiebre. Después más, mucha más fiebre. Y unas diez horas después hizo su esperada aparición la diarrea, mi cuerpito tratando de librarse de los camellos-vampiro.
Nadie se preocupe, porque si estoy escribiendo esto, es que sobreviví. Ayudé a mi cuerpo con mucho reposo y ayuno de, hasta ahora, 48 horas, que pienso mantener al menos por un día más. Ayudé a la purificación interna con litros y litros de tereré y limpieza colónica con agua y unas gotitas de limón. No doctors for me please.
Así que parece ser que pasé la primera iniciación en bacterias. Por si hubiera también alguno de esos parásitos del tamaño de un sapo, estoy usando electricidad también, si alguien nunca oyó hablar de la electromedicina vale la pena consultar en la internet sobre un apartito llamado zapper y una interesante bioquímica rebelde, de esos pocos científicos auténticos que siguen resistiendo a las corporaciones: Hulda Clark.

Estoy definitivamente instalado en Udaipur, al menos por los próximos meses, el Monzón se aproxima rápidamente, la humedad aumenta, la presión cambia. Tengo mi casa, mi heladera, mi batería de cocina, así que los próximos meses serán prácticamente gratis.
Prácticamente todos los hombres que conozco son de casta Kshatriyá, los terribles guerreros arios de esta tierra. Francamente estoy muy sorprendido de cómo me hacen sentir aceptado, respetado, e, incluso protegido. Ayudó mucho que, como estudioso que soy de la India de hace tantos años, conozco mínimamente el protocolo. Jamás me permito usar ropa sin planchar y trato de estar impecable en todos los aspectos. También noté que aprecian y respetan que adopte las costumbres locales más virtuosas, como no comer carnes ni huevos. Como conozco el sánscrito en un nivel básico, puedo también leer los carteles en Hindi y Rajastani, que usan el mismo alfabeto, y eso realmente impresiona, debo ser uno de los pocos monos blancos que pueden hacer eso aunque sea en un nivel tan elemental.
Entiendo que cuando se encuentran con un extranjero, el primer momento es de desconcierto, y, muchas veces el segundo es de absoluto desprecio y tal vez el tercero es el consecuente intento descarado de abuso y explotación. Pero si uno entiende los códigos, el tema no es tan complicado. Ellos tienen unos protocolos diferentes y se sienten muy chocados cuando nosotros no los respetamos. Además no saben leer las señales de casta en nosotros, entonces buscan en el cumplimiento de los protocolos y la ropa, alguna forma de ubicarnos en su mundo. Un mochilero desalineado, desgreñado, sucio y, muchas veces, hediondo, pero con mucho dinero en comparación con los indios es completamente despreciado, se percibe como alguien que no merece lo que tiene y queda expuesto a la rapiña.


Gordo Kury

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