domingo, 30 de agosto de 2009

Último momento: tropilla de opíparos desenfrenados ataca Delhi. Estragos, vejámenes y contusiones





30 de agosto de 2009
Karol Bagh
New Delhi
Día 96
Llegaron mi papá y el tío Leo de visita, la estamos pasando regio


Este relato es más bien personal y familiar así que no sé muy bien a quién pueda interesarle, pero, en todo caso, lo mismo podría decir del blog entero y, sin embargo, estoy desconcertado con la cantidad de personas que lo leen, no sé bien si por deleite o por morboso espanto, o ambos, o alguna otra razón inexplicable. Seré breve.
Así que es así nomás, mi querido viejo y su hermano del alma Leónidas Theodoro me vinieron a visitar. Es lindo, es lindísimo poder encontrarse con gente tan querida en el otro lado del mundo y, además mi papá me venía hablando de la India sin conocerla desde que nací: que la lámpara de Aladino, que Ghandi y los ingleses, que los tigres, Kipling esto, los seguidores de Khali aquello, los yogis míticos, Sandokán, el tigre de la Malasia y pirata del Índico. Desde chiquito la fascinación con la riqueza, la confusión y la magia de este país aparecía totalmente barajada con selvas, mercados, Oriente, Asia, epopeyas de todo tipo, mil colores y perfumes. Y era mi viejo el que me contaba, y su madre María Luisa, mi abuela, las historias del Libro de la Selva o de Kim. Y ahora el loco se cruzó en avión medio mundo para venir a visitarme y conocer conmigo la tierra de los sueños. Y su amigo Leo, un capo total. El Leo fue el inventor de este viaje, il mago propiciatore.
Y acá estamos, los tres en loco frenesí cultural, intoxicados de tránsito y colores, en este deporte de riesgo que es aventurarse en el Hindustán. En las valijas venían una botella de vino californiano de 80 dolarines que ya desapareció bien disfrutada entre los dos conocedores, como seis kilos de yerba mate muy bien recibida por mí, una lata de dulce de batata y otra de dulce de batata con chocolate que no tengo ni idea de cómo atacar, planearé bien la estrategia, no sea cuestión de ser derrotado por un tubérculo blindado.
El primer día en Delhi, capital de varios imperios, nos tocó monzónico, gran empapada gran. Pero igual nos recorrimos todo. No quiero hacer lista de paseos e itinerarios, pero en el recorrido perdimos una cámara, compramos otra, yo me saqué los talones con los zapatos, corrimos carreras de rikshaws, coqueteamos con unas japonesas divinas que parecían muñequitas, regateamos por una escultura de bronce de 35 kilos sin pensar en cómo transportarla, comimos como una tropilla de opíparos desenfrenados, nos hicimos pilcha en el sastre, en fin, nos divertimos como locos. Único límite, la gravedad. Los viejos aguantan bien, son modelo 41 y parece que la madera que se usaba antes aguanta muy bien los sacudones, porque los dos gauchos se jugaron un partido de rugby hoy que ni los all blacks se hubieran bancado, ahora, no sé si los veo a papá y a Leo haciendo el haka, eh, pero quién te dice.



Gordo Kury

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