lunes, 17 de agosto de 2009

Jamburá, amonzonada y fértil







18 de agosto de 2009
Jamburá
Rajasthán
Día 84
Jamburá amonzonada y fértil


A mi retorno, Jamburá me recibe gloriosa, rica, exuberante (pronunciar con acento brasileño exuberanchi por favor). El esperado monzón sacó vida de cada posito y la abundancia tropical es desbordante (transbordanchi). Para mí el trópico siempre se tradujo automáticamente al portugués, el olor y los colores del Brasil y ahora mismo, aún metido en este otro planeta, con un verde distinto, otros colores y perfumes y un idioma que no recuerda al del Brasil ni por asomo, aún ahora no puedo pensar esta abundancia intoxicante sin el acento brasileño. Así que Jamburá me recibe encariocada, embahianada, me recibe belorizonteada, aparaneada, parahibada. Pero es sólo el primer impacto, a segunda mirada es la india del Libro de la Selva, la de Mogli, Balú, Khaa, Vagheera, Sheer Khan. El planeta Kipling, pero atendido por sus dueños.
Ante el idilio y la abundancia de Jamburá me es inevitable preguntarme qué fue lo que nos sacó de esta vida deliciosa y simple. Aún sabiendo que no puedo más que ser superficial y ajeno en mi mirada fugaz, aún así tengo que hacerme la pregunta. Por qué preferimos las ciudades, la especialización y el aglomeramiento. Especializados como insectos, vivimos en hormigueros deformes de millones y millones de bichos-hombre. Pero cuál es la fuerza que nos llevó a esa opción y que nos mantiene ahí. Si el agua caliente, la electricidad y los cines y restaurantes, bibliotecas y leisir nos justifican las jornadas de trabajo para otros, el tránsito y el transporte público, las miles de soluciones-problema como las cloacas y los cinturones ecológicos (?) a mí me da la impresión de que estamos pagando caro unos gustos de gente ablandada como bizcocho en té con leche. Pero claro que la vida en la aldea tiene sus oscuridades también. La gente parece sana y fuerte, pero eso puede ser porque los que no son sanos y fuertes directamente se los lleva el primer virus o la segunda bacteria que pase por ahí, porque no sólo no hay hospitales cerca o medios de transporte o infraestructura vial para ir a un hospital o sala de primeros auxilios, no hay ni siquiera botiquines en las casas. Lo que hay, eso sí, y parece que funciona lindamente, es un gran conocimiento de botánica generalizado, todos desde chiquitos conocen bien las propiedades de todas las plantas de su zona, acá no hay yuyos, todas las plantas se usan para algo.
Las moscas en la época de lluvias son una tortura para mí inaguantable, eso sí. Si no me acuerdo mal el lema del diario Crítica, tomado de Sócrates, creo, era algo así como “Dios nos puso sobre la nación como a una mosca sobre un noble caballo”, bueno, en Jamburá yo vi que las moscas pueden ser una fuerza de repulsión muy intensa, quien te dice que no fue el acicate de las moscas lo que nos sacó del Edén de los trópicos empujándonos a las zonas templadas y frías del planeta, el que lo dude, que se pase unos días en Jamburá en temporada lluviosa...
Pero bueno, ese es un problema muy menor, y además abejas yo no vi ninguna, así que por ahí son las moscas las principales polinizadoras de la zona, y si es así habrá que aguantarlas con gusto y hacerse amigo de lo inexorable.
Me pasé una semana en este paraíso bucólico donde el ser humano es fuerte y sano y la belleza está en las mujeres y los hombres, y la dignidad en todos. No lo recomiendo de ninguna manera para gente afectada de reuma o tuberculosis eh, la humedad es del carajiento por ciento.
Cuentan que en la zona hay cuatro tigres, un macho que anda solo, y una hembra con dos cachorros, yo fui a la zona donde se dejan ver de vez en cuando pero no vi ni rastros, pero varias personas me contaron que los vieron a lo lejos. De vez en cuando se almuerzan una vaquita, pero si el dueño presenta pruebas al gobierno, recibe una compensación. Si alguno monta en cólera y mata un tigre puede muy bien terminar en la cárcel como si hubiera matado a un hombre, así que está más o menos protegido el amigo.
Lo que sí vi pero ya estoy acostumbrado son langures, esos monos de carita negra que son preciosos, ahora, los de Jamburá son bastante más grandes que los que había visto. Y también montones de pavos reales, que son también enormes y que tienen un canto muy lindo, más bien un grito que suena igualito a su nombre sánscrito: mayúra, mayúra.
La salud de la gente de esta aldea es fuertísima e impactante. Vi un hombre que me dicen que tiene más de 70 años y que nunca salió de ahí, trabajando en su parcela, cargando cosas sobre la cabeza, en cueros, con una musculatura de un tipo fuerte de treinta y pico. Vi también una señora de más de 70 que sólo llevaba un vestido tradicional agarrado en la cintura, tal cual lo usaban las mujeres de la tribu hace 50 años, con los pechos descubiertos, y, tengo que decirlo, aunque nadie me va a creer, estaba todo en su lugar, un cuerpo fuerte y bien formado que bien podría ser un una espléndida cuarentona, pero no una cuarentona normal, una tremenda cuarentona en perfecto estado, lo digo con todo respeto, y era una señora de más de 70, madre de cuatro y abuela de diez. También vi mujeres más jóvenes, pero qué puedo decir, imagínese usted, si la venerable anciana está en ese estado, pienso que estoy excusado de describir a las mujeres de entre 16 y 50 ¿no? Jamburá no es apta tampoco para gente con problemas cardíacos muchachos, afectados al corazón, abstenerse.
Los hombres parecen héroes griegos, pero bruñidos, así que si alguna amiga anda pensando en un viaje, véngame a visitar que le presento a mis amigos mina.
De todas maneras, aviso, por si alguien está buscando pasajes baratos, que acá el sexo es dentro del matrimonio, así que para cualquier contacto hay que hablar antes de intenciones serias con el padre ¿ok? nada de cháchara y parranda.
Está bien que se sospeche de mi parcialidad porque la vida en Jamburá me fascina y me tiene encantado, pero qué puedo hacer, me confieso culpable de amor; debe tener sus defectos, pero que quiere que le diga, yo no se los encuentro.



Gordo Kury

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