miércoles, 26 de agosto de 2009

Ganêsha cumple años



24 de agosto de 2009
Monsoon Palace Reserve
a dos pueblos de Udaipur
Día 90
Ganêsha cumple años


Escribo desde mi nueva casa. Me mudé otra vez, ahora a dos pueblos de Udaipur. A veinte metros de mi casita está la muralla que separa a la reserva ecológica del resto del mundo, una linda muralla de unos cuatro o cinco metros de alto. Detrás, una selva salvada dios sabe cómo de la deforestación y el aniquilamiento. Ciervos, pavos reales y seis parejas de tigres viven detrás de las murallas. Los siervos de vez en cuando la saltan, y, dicen los vecinos, los tigres también.
Como no tengo luz todavía, me las arreglo con velas y unas preciosas lámparas de kerosenne chiquitas y antiguas. Muy romántica queda la casita y, mientras me dure la batería de la MacBook, alguna cosa podré escribir. A la vez que escribo esto, disfruto de antemano el arroz basmati con pasas y ghee que me estoy cocinando en mi hornallita portátil.
Ayer fue el cumpleaños de Ganêsha y toda la ciudad paró para celebrar; yo cené, con una familia de amigos indios, dal bati y dulces, una cena íntima, preciosa, mientras los dos hijitos del matrimonio de Suresh (otro Suresh, no el cocinero de la vespa verde) y Pramila dormían, sobre el suelo, al lado nuestro.
Suresh Prajapati es músico profesional, toca el sitar y el bansuri y enseña estos dos y tabla, se dice que es el mejor intérprete clásico de Udaipur. Su mujer, Pramila, cocina cada día para las veintiuna personas de la familia, de las cuales once son niños. Son una familia tradicional y viven en la misma casa en lo que se llama joint family.
Cuando se decidió el matrimonio, Pramila estaba aún en el vientre de su madre. La madre del padre de Suresh era la jefa de la familia porque su marido había muerto, así que tenía autoridad para decidir el matrimonio de sus nietos, normalmente bajo consulta con sus hijos, pero no esta vez, ah no. Ocurre que la señora tenía una amiga, vamos a decir, de canasta. Esta amiga tenía una hija embarazada. Y quedaron, pienso yo, entre copa y copa, en que, si la criatura era hembra, la casarían con el nieto de la primera, Suresh Prajapati, que para entonces tenía cuatro años. Cuando supo del acuerdo, el padre de Suresh montó en cólera, pero se tuvo que aguantar porque, le hubieran consultado o no, la abuela tenía toda la autoridad para el arreglo ¡esas son madres!
Cuestión que, cuando Suresh tenía siete años, se hizo la fiesta de compromiso, con cientos de invitados de varias ciudades, caballos, camellos, elefantes, lohores al Señor, címbalos y danza. La novia dormía, a sus tres tiernos años, en el regazo de su madre. El matrimonio se consumó cuando en casa de Suresh hizo falta otra mujer que trabajara todo el día en la casa, porque su hermana se casó y se fue a vivir, lógicamente, a la casa de la joint family del marido, también a trabajar como loca todo el día, y había dejado su lugar vacío en el equipo de limpieza y cocina. Pramila llegó a la casa de Suresh tan virgen como el propio novio, y tardaron varias semanas en hablarse, de lo incómodos que estaban. Parece la fórmula del matrimonio más desdichado del mundo ¿no? pero no, son de lo más compañeros, se adoran, son gentiles el uno con el otro y pícaros, son buenos padres y son fieles. Así que parece que no hay fórmulas, es lo que te toca no más y lo que hacés con lo que te tocó.
Pero estábamos celebrando el cumpleaños de Ganêsha ¿no? Saco el arroz del fuego y seguimos.
Ganêsha es un dios importantísimo, por ser hijo de Shiva y Párvati y por propio peso y hazañas. Es el dios de los nuevos emprendimientos y el que ayuda a superar la adversidad. A Ganêsha de lo representa gordito, con cabeza de elefante, un colmillo sólo, cinchándole la barriga hay una cobra que oficia de cinturón y su montura es una rata, que es el equivalente indio de nuestra zorra, la sagaz, la astuta. Es que Ganêsha es la intuición, y no hay forma de que la astucia le gane nunca a la intuición, por eso se somete y se deja montar, mansa y alparga. Ganêsha tiene un único colmillo, porque el que le falta se lo partió él mismo para escribir con él, como si fuera una pluma, los Vêdas, las escrituras principales del hinduísmo. Se llama por eso Êka Danta, un diente solo. Momento, llaman a la puerta.
Siendo de noche y en el medio del campo me sorprendió que alguien golpeara; era justo Suresh Prajapati, que se hizo los 8 kilómetros de su casa a la mía en moto, para ver si estaba todo bien, si necesitaba algo y, sobre todo, para alcanzarme un pekele que me mandó Pramila, riquísimo, llegó justo cuando el arroz estaba en su punto y conversamos un rato con comidita y castañas de cajú. Ahora que se fue el amigo, podemos seguir con los dioses.
Parece ser que a Shiva, como yôgi perfecto que era, le gustaba alejarse de la casa para meditar y entrar en profundos estados de conciencia, identificado con el Universo. Pero las ausencias de Shiva se prolongaban por años a veces y Párvati, para no sentirse tan sola, un día mientras se bañaba creó a su hijo Ganêsha de una escama de su propia piel, desprendida durante el baño, el primer clon cósmico. Ganêsha creció y se volvió un bravo guerrero y se destacó como jefe de la guardia. Los soldados de la guardia eran conocidos como los Ganá, por eso Ganêsha es también Ganápati, el Señor de los Ganá. En eso Shiva, que faltaba desde hacía añares, decidió volver a su casa y a su adorada cónyuge Párvati, la Hija de la Montaña. Por los caminos del monte Kailash, en los Himalayas, cortándole el paso a Shiva apareció Ganápati, quien no conocía a su padre, y le exigió el santo y seña. Shiva, que no tenía tiempo para estupideces, le cortó la cabeza con un sólo movimiento de su trishúla, temible tridente de punta y filo que es su arma y su símbolo. Como portador del trishula se lo conoce a Shiva por el nombre Trishúladari y por su carácter, se lo llama también Rudra, el iracundo, el terrible, así que parece que Ganápati no eligió bien su contendiente. Sin inmutarse, Trishúladari, siguió su camino, y fue recibido en la puerta por Párvati quien, después de largos besos y abrazos le preguntó que qué le había parecido su hijo ¿hijo? ¿qué hijo? dijo Shiva, Shánkara, el Creador del Yôga, ¿qué hijo? tu hijo, el jefe de la Guardia, él está siempre en el camino, guardando el paso. Uuuy, dijo Shánkara, en seguida vuelvo. Y salió corriendo a buscar la cabeza de Ganêsha para enderezar el entuerto, pero nada de nada, la cabeza había rodado cuesta abajo por el Kailash y no apareció. Así que Rudra se sentó bajo un árbol y lloró. Sus lágrimas, rojas y milagrosas son las Rudráksha, las lágrimas del terrible, y son unas semillas preciosas que tienen poderes antisépticos impresionantes. Lloró Rudra las lágrimas que vienen después de todo arranque de estúpida ira y después se puso de pié y salió a buscar una cabeza substituta, encontró a la elefanta que es montura de Indra, un poderoso dios de los arios, enemigo mitológico de Shiva, le cortó la cabeza a la pobre elefanta y se la puso sobre los hombros a Ganêsha. Parece que Ganápati nunca se lo reprochó y Párvati no emitió consideraciones. Y, la verdad, yo a Rudra no lo criticaría de frente tampoco.
De los miles de nombres que tiene Shiva, Gangádari, JataJúta, ChandraShekaraya, MaháDêva, Mula, Bôm, Hara, Bhagawan, Bolanatha, Nata Rája y otros mil, el que más me interesa es Shabhô, porque es el que se usa para invocar su presencia. Es decir, el hombre tiene mil nombres, pero si uno quiere que aparezca lo tiene que llamar Shambhô ¿soy yo o es evidente que es su verdadero nombre? es como si uno tiene un amigo y lo llama Pedro y no viene, lo llama Juan y no viene, lo llama Juan Carlos y viene ¿cómo se llama el amigo?
En fin, Ganêsha un día, después de escribir los Vêdas, se llenó de dulces la panza y después, muerto de sed, salió al galope sobre la rata sagaz en busca de un río, pero en el camino se alzó una cobra, la rata se encabritó y Êka Danta salió volando, con tal mala suerte que cayó sobre la barriga y se la rajó por la mitad. Pero, siendo como es, el dios que se sobrepone a todas las contrariedades, se levantó, se metió los dulces de nuevo a dentro de la barriga y se la ató con la propia cobra, de ahora en más y por siempre, cinturón viviente de Ganapati, que es también Pahimán y Rakshamán y cuyo mantra es Gan.
Y uno que creía que los Buendía de Cien años de Soledad mareaban, nada que hacer con el panteón hindú, nada que hacer.
Volviendo a la familia Prajapati, el padre de Suresh es un eximio sitarista, y un tipo encantador, de chiquito se quedó completamente ciego porque la viruela le comió los ojos. La India y Brasil fueron los dos últimos países en erradicar la viruela. El bicho ahora sólo existe en laboratorios militares de los Estados Unidos y Rusia, así que si algún día nos levantamos y en las noticias de la mañana hablan de un temible rebrote de viruela ya sabemos a dónde ir a buscar a los responsables eh, no me vengan a echarle la culpa al chancho, que la culpa la tiene el que le da de comer.



Gordo Kury

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