sábado, 14 de noviembre de 2009

odisea de un porteño

14 de noviembre de 2009
Thamel, Bahadur Bhawan
Kathmandu
Nepal
Mes 6


Viaje a Katmandú, odisea de un porteño



Llegué a Katmandú... finalmente. La odisea duró unas 80 horas. Por el camino paré varias horas en Delhi y pude pagar una habitación barata para ducharme, paré otra vez justo después de cruzar la frontera con Nepal e hice lo mismo, así que me mantuve más o menos digno.
Katmandú es más pintoresca que bonita, la parte comercial es igualita, pero igualita a Villa Gesell después de que la arruinaran, así que uno puede ver que fue linda, pero hay que mirar con cariño. La gente sí que es muy agradable. Hay unos pocos que parecen chinos, pero la mayoría son gurkas, hay algunos sherpas también, bastantes kashemires, que son muy pintones, y otros que parecen indios pero se visten distinto. Hay tanta campera de cuero negro que parece un mítin de la CGT de los ochentas y se vende todo tipo de alimento en la calle, frutas y verduras de gran calidad y buen tamaño, no como en la India que venden coliflores, cebollitas y berenjenas diminutos. Variedad de frutas, varios tipos de manzanas incluso y algunas que no había visto nunca. Y venden los chanchos cortados por la mitad, descuartizados y pintados de naranja fluorescente, no es una imagen muy noble del amigo chanchito, tampoco del ser humano, en fin, en todos lados se cuecen habas...
El hotelito que conseguí es muy acogedor, muy cálido y bien atendido y tiene la mejor ducha caliente que me di en años, parece las cataratas del Iguazú pero a temperatura a gatas tolerable. Lo fantástico es que en la puerta del hotel crece alta de unos 4 metros una estrella federal, de cómo llegó a Katmandú, no tengo ni idea. Está flaquita, claro, no es su clima, pero ahí está la loca, plantada, señalando el camino de la federación. El dueño del hotel es un gurka que tendrá unos ochenta y pico, muy querido el viejito.
Bueno, pero así me salteo todo el viaje...
Desde Udaipur no pude comprar los pasajes del itinerario completo porque estaba todo vendido, así que compré sólo el tren gallinero nocturno a Delhi. Normalmente yo hago ese tramo en segunda clase con aire acondicionado, pero como no había lugar me contenté con tercera sleeper, que es casi lo mismo pero en vez de seis personas, uno viaja con nueve. En fin, un poquito más incómodo pero sin mayor inconveniente. A la moto la dejé en el taller para que me la dejen nuevita y le pedí a los vecinos que me rieguen las plantas. Noche de tren sin nada que anotar, dormí largo y tendido y calentito.
Llegando a Delhi, a las cinco y media de la mañana, me tomé un tuc-tuc al otro lado de la ciudad, a la estación de pahargañj, donde está el International Tourist Boureau que vende la reserva que guardan para los turistas. Siempre compré ahí, sin problemas. No esta vez. El señor que me atendió reparó, por primera vez, y siempre me atiende el mismo, en que mi visa no es de turista si no de trabajo o estudio, yo no tenía ni idea de eso, nadie nunca me informó. Las ventajas no las usé nunca y la desventaja es que el ITB no me puede vender si no tengo visa de turista. Eso fue un problema, porque me tuve que cruzar enfrente a la estación a negociar con los piratas de los puestuchos mugrientos que ellos llaman agencia de viajes. Todos, sin excepción tienen colgado algún cartelito tramposo que dice que son parte del ministerio de turismo o agencias del gobierno, o cosas por el estilo, son de lo peor, pero tuve que caer ahí porque otra no tenía. Así que perdí la mañana entera defendiéndome de los cocodrilos. Al final arreglé con uno que me quería cobrar 2400 rupias por el tren cama hasta Gorakhpur, en la frontera. Lo bajé a 1600. Quería que le pagara el 100% contra un papelito que el mismo escribió en su talonario trucho. Le dejé 500 rupias. Me fui para volver unas horas más tarde a buscar mi pasaje real. Mientras me conseguí una habitación y me duché, comí alguna cosita más o menos en ese barrio espantoso que es el Pajargañj, lo peor de Delhi. Cuando volví a la “oficina” lo único que tenían para mí era un pasaje provisorio que decía que yo estaba en lista de espera. Lógico que no les pagué, pero como ya había perdido casi todo el día no podía pedir el dinero e irme, quedamos en que volvía en dos horas y ya tendrían el pasaje confirmado. Así lo hice, pero resulta que antes de pagar, porque ya estoy avisado, revisé todo, y hete aquí que figuraba el precio: 1000 rupias. Le dije que no pensaba pagar ni un centavo más de lo que figuraba en el pasaje. Se puso furioso, me dijo que había pagado por abajo del mostrador para saltar en la lista de espera, se animó a levantar la voz y ponerse de pié, me levanté también y yo medía como tres cabezas más y si quiero gritar grito y si me hacen enojar se me pone la cara como demonio tibetano, así que se amansó rapidito el tarambana. Cuestión que pagué lo que figuraba y me retiré. Muy bien Jorgito Luis, diría mi tía Porota si estuviera con nosotros. Pero no es pa tanto. Ya se verá. Mi tren, que no era ninguna maravilla, salía de Old Delhi, que es un horror de tráfico, así que me monté en un rikshaw (estos sulkis humanos a pedal) y, cuando llegué tenía sólo 40 minutos. El único lugar que, por lo caro, estaba limpio y vacío en esa estación era un mac donals, pecado capital, entré. Me comí una hamburguesa vegetariana y compré otras dos para el viaje. El asunto es que cuando al final me pude subir a mi tren, mi cama había sido vendida también a otra persona ¡por supuesto! pensé, los malditos cretinos del puestucho. Pero no, parece que la autoridad del transporte decretó la emergencia por la sobredemanda y eso habilita a los ferrocarriles a meter dos tipos por litera. Horror.
Lo que viene ahora es difícil de explicar. El tipo que me tocó era del campo, con cara de bueno pero muy rudo en sus movimientos, como quien está acostumbrado a estar siempre en espacios más amplios, y este camarote es lo más parecido a un minisubmarino sobre rieles que se pueda uno imaginar, así que ahí estaba él: elefante en el basar. Venía cargadísimo además y tuvo que apilar cajas enormes llenas de paquetes de frutos secos, higos, orejones, castañas de cajú, todo ese tipo de cosas que seguro que había comprado en Delhi para vender en sus pagos. Lo increíble es que era exactamente igual a mi tío Patacho, pero igual eh, calcado, como un clon, pero un clon gordo, oscuro y retacón, y muy poco fino, sacando eso era igual. Eso es lo difícil de explicar porque Patacho es gallardo, rubión y con los ojos azul claro, pero es así, creer o reventar, era el clon de Patacho, pero indio. Best quality como dicen acá. Bueno, con el clon tuve que sentar los principios básicos del espacio vital de forma rápida, brutal, clara e indolora. Cuando el hombre se empezó a abrir paso a los codazos y empujones recibió una fuerza de intensidad un poco más contundente pero en sentido contrario de forma que quedó claro que no convenía forzar la confianza. El gordo Kury al mejor estilo primera escena de película carcelaria, pero es así, espero que mi madre no se avergüence, pues así es la cosa en el brutal mundo de la guerra de los clones, o te comunicás o te comunican.
Así pasamos medio apretados la primera horita o cosa así, del viaje, pero cuando apareció el revisor, le pedí otra ubicación mostrándole que por el largo de mis piernas la situación era poco menos que criminal. Yo pensé que estaba apelando a la lubricada corrupción, pero no, el hombre me consiguió una cucheta y se fue sin esperar la recompensa que yo ya tenía preparada, bien por el tipo, vergüenza para mí. Bueno, con la vergüenza esa me pagué la siguiente ducha así que no me dolió tanto el orgullo.
Doce horas después llegábamos a Gorakhpur y en pocos minutos yo estaba arriba de un destartaladísimo local bus que podría ser igual una guagua bogotana o un colectivo de línea del gran Buenos Aires. Tardó cuatro horas, pero me dejó en la frontera de Sonauli. Por el camino espectacular y peligrosísimo vi monos y ciervos, selva y rastrojo quemado y una cosa que me llamó muchísimo la atención: emparchan los baches sin cortar el tránsito. Una cosa rarísima, largan el alquitrán directo sobre los baches y arriba le tiran paja, no sé si para dar fibra o para que se seque más rápido o para qué, pero la cuestión es que funciona. No lo apisonan, los propios camiones lo hacen gratis al pasar, la cuadrilla son tres tipos una carretilla y un par de latitas.
A las cuatro horas el local bus me dejó en Sonauli, que parece un puerto pirata de la Guerra de las Galaxias, una especie de Tatween, pero sin tecnología. Me apuré a conseguir otro rikshaw que me orientara un poco y el tipo me llevó directamente a la oficina de aduanas de la parte india. Por el camino insistió tanto en que me convenía cambiar todo el dinero indio que tuviera que desconfié y le dije educadamente que no, unas ochentaycincomilquinientas veces, Dios, qué insistentes que son los indios, un infierno. La aduana india es una mesa de madera con un tipo que recoge tu pasaporte y te da los papeles para llenar, otro que te sella el pasaporte y otro que te lo da. El que me dio el pasaporte me dijo en confidencia, porque parece que de pronto este oficial de la aduana era mi mejor amigo, que me convenía cambiar todo el dinero indio que tuviera porque es, atenti, ilegal ingresar rupias indias al Nepal ¿ilegal? le pregunté. Sí. sí, cambio chico podés entrar pero billetes grandes no porque hay un retén a pocos kilómetros de la frontera y si te encuentran rupias te las van a incautar, así que haceme caso y andá con el buen muchacho del rikshaw que te quiere ayudar. Muy amable señor, le dije, pero ahora, más alertado que nunca, me los tomé como el India Last Stand, y le dije al del rikshaw que me cruzara para el otro lado. Mientras el muchacho insistía un par de veces más el funcionario cruzó la calle y me aconsejó de nuevo. Fue demasiado, me bajé del rikshaw y le dije, macanudo pibe, no me querés llevar a donde voy, no cobrás ta luego y que te garúe finito. Compungido se resignó a llevarme a la aduana nepalí. Lo primero que pregunté fue si eso de las rupias ilegales iba en serio o era un cuento indio, se rieron con ganas los nepalíes: cuento indio. Y eso es lo primero que uno nota al cruzar la frontera, un alivio que uno primero no sabe que es y de repente aparece clarito: nadie te está empujando ni tocando ni queriéndote meter en un negocio, ufff, gracias a dios, estoy en Nepal.
Me compré el pasaje a Katmandú y me alquilé una habitación barata para ducharme y cambiarme otra vez la ropa, comí alguna cosa mientras en las noticias del mediodía mostraban manifestaciones multitudinarias en la capital y ya era casi la hora de la partida. Oh, el cacharro este era de terror, y yo que pensaba que algo peor que lo que me llevó de Gorakhpur a Sonauli no podía existir. Existe. Es una especie de celda guantanamera sobre ruedas. El techo debe estar a un 1,65 m así que de pié yo, ni pensar. Pero para peor entre asiento y asiento la medida es menor al largo de mi fémur, sin contar cadera ni rodilla. Más de 12 horas en esa cafetera. Para colmo en el techo hay cuatro lámparas enormes, una verde, una amarilla, una roja y una naranja, y por dentro es todo espejado. Parece el sueño de un solterón de los años 70s, le faltan nomás los sillones de símil cuero de color marrón rojizo y la licorera. El conductor, se supo, siente debilidad por la música india de la peor calidad, y nos martirizó durante todo el viaje con el único volumen que hay en la india: el máximo. Sí, el chofer era indio, paciencia. Tuve la enorme suerte de que a mi lado fuera sentada una señora italiana de 48 años, muy agradable, con la que nos hicimos amigos en la desgracia. Ella es monja en un ashram. Como yo hablo italiano más o menos bien, nos divertimos mucho y como tenía mi lector de mp3 cargado de música italiana fuimos matizando la música india con Franco Battiato, Paolo Conte y el inmortal Carusso. Nos divertimos, pero hace un frío acá en los Himalayas en pleno invierno, un frío. En el camino paramos mil veces por mil problemas distintos, retenes militares, accidentes, falta de infraestructura con caminos llenos de cráteres y de un único carril por tramos pero con doble circulación. Todo de noche y por caminos de cornisa ¡molto pericoloso! En varias paraditas que hicimos nos pudimos tomar unas sopas calentitas por muy poca plata para mantener el espíritu.
En fin, el asunto es que llegué bien, a las 6 am, conseguí el hotel divino que me habían recomendado, me recontraduché en las hirvientes cataratas del Iguazú, me cambié y me fui a regalar con un paseo matilnal y un enorme desayuno. Frente a mí en la cafetería estaba sentado el clon indio de Manuel Antonio Noriega, el ex agente de la Cia, probable asesino de Torrijos, ex dictador y entregador de Panamá, ex narcotraficante, ex presidente y próximamente ex convicto. Ahí estaba, el mismísimo Noriega, en clon nepalí.
Después de mi desayunazo volví menos congelado, me di otra duchita caliente y me metí a la cama bien tapado para una siesta divina. Hoy no me queda otra que descansar porque no son todavía las 6 de la tarde y ya es noche cerrada y hace un frío que ni te cuento, mañana será otro día.



Gordo Kury

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