sábado, 23 de enero de 2010

Oh Hail! King of Scotland!

23 de enero de 2010
Ram Pura
Udaipur
Último registro


Oh Hail, King of Scotland!
o Rex sidet in vertice: caveat ruinam, nam sub axe legimus “Ecubam reginam”

Es éste, probablemente, el último registro en esta bitácora. Hace una semana fui llamado de urgencia a Barcelona. Por distintas razones los compañeros que dejé a cargo de la escuela se fueron apartando y la directora quedó demasiado sola al frente de grandes responsabilidades. Con buen pulso mantuvo la administración por varios meses, pero ahora decidió retirarse y me llama a volver y salvar lo que se pueda o al menos cerrar la empresa de forma ordenada. Está bien, ya que ningún juramento, ni ningún vínculo obliga a ir más allá de la propia voluntad. Que así sea. Volveré por un período indeterminado a Barcelona y haré lo mejor que pueda, con mi mejor esfuerzo y confiando en la Providencia. Sé, porque en mis largos treinta y seis alguna cosa vi y viví, que al girar una página hay otra página escrita y voy sereno a leerla. Sé que soy corto de vista y que si en este momento me parece que todo salió torcido es porque hay cosas que aún no puedo ver, pero hay pasos abiertos, sin duda. Bueno, parece que empecé por el final, flash back entonces, a unos dos meses atrás.
En el vuelo que me trajo de Delhi a Udaipur, volviendo de Katmandú, conocí a dos personas: Odni, una noruega de la que me hice muy amigo, una persona muy agradable y querida y Ángela, una canadiense de origen inglés. Con las dos compartí el taxi desde el aeropuerto Maharana Pratap hasta el centro histórico de Udaipur. Ángela venía muy cansada, no había tenido buen viaje desde canadá y evidentemente no estaba de buen humor. Odni y yo conversábamos animadamente, digamos en un andante con bravura, ritmo que a Ángela no le pareció oportuno. Gruñendo mandó a callar a Odni y el ambiente del taxi se puso un poco incómodo. A mí me pareció un poco brusco todo, pero entendí que la mujer venía de un viaje muy largo, así que guardé discreto silencio, y lo mismo hizo Odni. Cuando nos bajamos del taxi en Gangaur Gatt Odni hizo mutis por el foro rauda, raudísimamente, y Ángela quedó ahí, sin saber muy bien adónde quedaba su hotel y con dos valijas bien cargadas. Lógicamente me ofrecí a ayudarla con las maletas y a llevarla hasta su hotel. Caminamos los trescientos o cuatrocientos metros hasta su hotel y parece ser que con la ayudita que le di, que era por otro lado lo mínimo de lo mínimo y de lo más natural, ella cambió la impresión que tenía de mí, esto lo vine a saber semanas más tarde.
Un día saliendo yo de mi clase diaria de música con mi bansuri en bandolera prácticamente me topé de frente con Ángela, me sorprendí de verla porque su hotel me queda muy de paso y cada día paso al menos dos o tres veces por ahí y nunca más la había visto en esas semanas. Me contó que había estado enferma a causa de la comida, que el viaje la había debilitado y que algún enemigo microscópico y oportunista le había minado la salud. Conversamos un rato. Ella estaba muy simpática, nada que ver con la primera vez que la vi. La mañana estaba lindísima y yo no tenía más programa hasta bien pasado el medio día. Al verme con el bansuri me dijo “que sorpresa, no sabía que vos también tocabas”, sí, toco ¿pero cómo que “también”? bueno mi amiga Chlòe, también de Canadá está visitándome en Udaipur y es discípula de Hariprasad Chaurasia ¿lo conocés? ¡claro! ¿cómo no lo voy a conocer? hace más de 15 años que escucho su música a diario, cada vez que medito, es el Mozart del bansuri. Cuestión que Ángela me dijo que su amiga estaba en Lal Gat, a unas cuadras y que si quería nos podía presentar. Por supuesto que quise. Yo me esperaba una señora de la edad de Ángela, pero resultó ser una graciosa quebecoise de 25 años. Nos caímos maravillosamente bien desde el primer segundo, pasamos la tarde juntos tocando el bansuri en el campo, a donde fuimos montados en la burra (la zusuki azul que me lleva para todos lados) y después té en mi casa y más tarde fuimos a la clase de Yôga que doy tres veces por semana en la otra punta de Udaipur. Para los bienpensados de siempre, no, no hubo actividad sexual señores, la respetabilidad de la señorita sea preservada, sin embargo aquella noche, que era la última que pasaba en Udaipur, se quedó a dormir en casa. Ya sé que alguno dudará de mi palabra, pero hará mal, créaseme, fue todo música, conversación y comunicación espiritual. Lamento si desilusiono a alguien, pero así fue. La mañana siguiente se despertó tan temprano como yo, vale decir, antes del amanecer, porque yo agarré la costumbre de que cuando salga el sol me encuentra bañado y afeitado, así que madrugo siempre. Desayuno frugalísimo y concierto de flauta para dos.
Cuento esto porque el intercambio fue de doble dirección. Ella me dijo después que cuando me conoció estaba muy cansada de la disciplina espartana de la escuela de Hariprasad Chaurasia, el Gurukul de Bombay, pero que conmigo y en Udaipur se sintió inspirada nuevamente y le volvieron las ganas de tocar. Se entiende, la escuela tiene un régimen monástico, en ella viven y comen los discípulos y el Maestro y las clases son todos los días sin domingo ni fiesta de guardar, dos horas por día, dos horas de absoluta concentración, realmente maravillosas pero extenuantes. Y Bombay también es maravillosa pero también es extenuante, agobiante. Y a mí también me inspiró y estimuló grandemente conocer a Chlòe. Ella me dijo que le parecía que por la velocidad con la que yo estaba aprendiendo y lo serio y disciplinado que soy (en esto no habrá dudas, quien me conoce sabe de lo loco, exagerado, ascético y regimentario que puedo ser cuando algo me gusta, un demente insufrible), que le parecía que podía ser aceptado en el gurukul del Maestro ¡caramba! eso es como que le digan a alguien a quien le gusta la pintura que podría, si quisiera, estudiar en el taller de Goya. Quedé como loco de entusiasmo y tal delirio me agarró que empecé a tocar, no por disciplina si no por no poder evitarlo, cada hora que paso despierto. Aclaro que no cada segundo ni cada minuto, pero sí un rato de cada hora de mi día, obsesionado y absorto, condición patológica que conozco más o menos bien. La cuestión no era ahora si quería o no quería estudiar con Hariprasad Chaurasia, era más bien cómo hacer para establecerme en Bombay y ganarme ahí la vida, ya que Udaipur es barata y con las clases de Yôga y los conciertos matinales en el hotel cinco estrellas en el que vengo tocando algunos meses ya, más la poca plata que la escuela de Yôga en Barcelona todavía me mandaba, me alcanzaba para vivir frugalmente. Pero no en Bombay. Bombay es carísima. Dicho sea de paso, ahora se llama Mumbai. Bueno, algo tenía que hacer.
Resulta que el dueño del hotel FatehGart, donde toco música clásica india en mi bansuri cada mañana, es príncipe de Kelwa, una ciudad del Rajasthán, productora de Mármol. Es también el dueño de las canteras de mármol de Kelwa, de dos hoteles cinco estrellas y de un restaurante de lujo. Lógicamente está bien vinculado. Como tengo una relación muy interesante con él, Jitendra S., con el que casi a diario me quedo charlando al sol de la mañana de filosofía y volando un poco cada uno afuera de la rutina, un día le comenté lo de Mumbai y le pedí que me vinculara, si conocía a alguien allá. Me dijo que sí, que encantado, que su cuñado es el manager de una de las cadenas más importantes de hoteles de la India, el hotel Raj, y que justamente vive en Mumbai, que me iba a armar una entrevista para ver cómo me podía ayudar. Vuelvo después sobre este asunto, ahora sigamos.
Más o menos al mismo tiempo, Odni, mi amiga noruega, me presento a Yarka, una mujer interesantísima, nacida en Chequia durante la era soviética, emigrada a Inglaterra y directora de la compañía de teatro Out of Cocoon, del Reino Unido. Ella vive la mitad del año en Londres donde enseña en la Escuela Nacional de Arte Dramático y la otra mitad en Udaipur, donde compró una casa enorme estilo Haveli que acaba de reformar con un buen gusto a toda prueba. Resulta que a parte de interesantísima es encantadora. Nos caímos súper bien y me invitó a la presentación de MacBeth en su casa-teatro. Cómo rehusar. Imaginate asistir en la India, en Udaipur, a la puesta de MacBeth por una compañía inglesa, delicia de las delicias. Y claro que fui, no una sino varias veces y cada una fue diferente. Hoy por hoy con Yarca somos amigos, y con su gato también.
Al tiempo vino de visita Gore, Goretti Cajide Gutiérrez, ex compañera sentimental y actual mánager renunciante de mi escuela en Barcelona. Vino a visitarme a la India y pasamos unos veinte días espléndidos. Paseamos mucho, comimos bien, nos divertimos y ella aprovechó también para estudiar canto y harmonnium en Udaipur. Y yo, que hasta que vino Gore de visita estaba muy bien solito, cuando se volvió a ir me quedé descorazonado, pero eso tampoco es nuevo, ni tan malo, el que tiene corazón que sienta ¿no?
Ahora juntemos todo, aunque ya sé que este último relato salta en el tiempo por todos lados, paciencia que aquí me van a entender la trenza de tres o cuatro mechones que estoy tratando de tejer.
Ocurre que Gore se fue de regreso a Barcelona, como ya dije, y en los días posteriores Yarca me invitó a su casa una tarde a ver una película que tenía, estaba invitada también Odni y una señorita estadounidense y un joven australiano, la señorita, una atractiva diseñadora de muebles de 25 años (parece que ese número me persigue) descendiente por ambas líneas de judíos húngaros escapados de la barbarie nazi, el joven, un restauranteur homosexual de lo más agradable y delicado. En fin, una reunión variopinta si se agrega la directora de teatro checa-inglesa, la noruega y yo que no soy mucho menos exótico. En común: todos anarquistas, una velada encantadora, a lovely affaire. Como llegué temprano y sin cenar y Yarca tampoco había cenado, cociné una rica comidita con los ingredientes que había a la mano, que es mi especialidad, de lo poco que haiga se llama. Mientras cocinaba sólo para dos, Yarca y yo, el joven australiano llegó y se tentó y Odni también se tentó, así que tuve que agregar a las verduritas deliciosas un risotto que salió muy bien, comimos los cuatro una muy generosa porción cada uno y dejamos otra para la señorita estadounidense que todavía no había llegado y que después comió también y no se quejó. Cuestión que después de terminada la película y el debate posterior, Odni se disculpó porque estaba cansada y el restauranteur hizo lo propio. Las damas restantes me invitaron con un té y me quedé un rato más. Conversamos de todo un poco y resultó que Yarca también conocía de cerca al señor Jitendra y tenía una opinión más bien opuesta a la mía, siendo que la mía era buena, se deducirá que Yarca tenía algunas cosas que decir respecto al caballero hindú. El asunto es que me aconsejó que no pusiera mis esperanzas en la ayuda de dicho príncipe porque parece ser que es el príncipe de los fallutos y que se parece más a MacBeth que a su primo Duncan, como consuelo queda que ya le llegará su Malcom un día de estos, Oh hail King of Scotland!
En fin, Yarca está también bien vinculada y me recomendó entrar en contacto con un productor de cine de Mumbai que seguramente me ayudaría. Cuando lo llamé resultó una persona encantadora y me prometió hacer lo que a su alcance estuviera, pero lamentablemente estos días estaría fuera de la ciudad, le creí, me pareció una persona muy agradable y con ganas de ayudar, y muy amigo de Yarca. De más está decir ¿no cierto? que la promesa del dueño del hotel nunca se cumplió y se escurrió como jabón mojado, como lagartija entre las piedras, como salario de obrero, como promesa de amor.
Finalmente fui a Mumbai, con el tiempo y el dinero muy apretados, porque me llaman desde Barcelona y no me queda hoy más que una semana en la India. Pero fui. Fui en omnibus, 23 horas la ida y 23 horas la vuelta, con unas 29 en el medio para sentir la vibración de la ciudad y presentarme al Maestro. Valió la pena, el viaje fue medio un tormento y el hotel, más bien un tugurio con baño compartido, no tenía para ofrecer ninguna comodidad, ni siquiera silencio, pero al menos era limpio. Pero valió la pena. Primero que nada Mumbai es espectacular, hermosa, vibrante, alucinante, con una arquitectura monumental y deslumbrante y la gente es muy agradable en el trato. Es notable también el olor, el aire es dulce y viene con olor a frutas, perfumes, inciensos, en casi todos lados hay rico olor, y eso que es una ciudad enorme, superpoblada y contaminada y que en pleno invierto tiene días de 25 grados (tengo que jugarle al 25 parece muchachos). La atmósfera general me recordó mucho a Buenos Aires, con una oferta cultural fantástica y muchos bares, cafés y restaurantes. La arquitectura es impactante, de la época imperial británica. El clima parece el de Salvador, Bahía y el ritmo comercial más bien el de Sao Paulo. No me van a decir que no es una combinación alucinante. Me quedé con las ganas de conocerla mejor.
Conocí al gran hombre y su escuela. El Maestro es impactante también, una persona distinguida. Tiene unos ojos azules muy pero muy extraños con una pupila inmensa, muy particular francamente. Las clases van de 10 a 12 y no hay una palabra, él va tocando frases y los discípulos responden, es dificilísimo, requiere una concentración tremenda y continua, es fantástico. Y los alumnos son avanzadísimos, realmente me cuesta creer que hoy por hoy haya otra escuela de música en el mundo con ese nivel, qué maravilla, me quedé extasiado. Al terminar la clase también sin mediar palabra él se pone de pié con gesto de santo (que de santo no parece tener ni un pelo) y descubre un pié, los discípulos se acercan, tocan ese pié con la mano derecha y después se tocan la frente. Es una muestra de sumisión absoluta al gurú, la forma india de entender la transmisión de conocimiento, para el occidental desprevenido parece incomprensible, pero con más de 15 años de enseñanza a cuestas y el corazón roto por la deslealtad de más de un discípulo empiezo a entender a los indios y su tradición Maestro-discípulo cada vez más. Ah, dicho sea de paso, los discípulos no pagan nada, es lo que se llama transmisión param-pará en la cual no hay dinero de por medio. Si uno va a pasar sólo un tiempo y quiere vivir en la escuela paga 20.000 rupias por mes por el alojamiento y la comida, que son un poco más de 400 dólares o un poco menos de 300 euros, para Mumbai es nada. Pero si uno se compromete a permanecer tres años estudiando sólo hace un depósito de 50.000 rupias, un poco más de 1000 dólares o un poco menos de 750 euros, que al final del período se le devuelven, es decir que no sólo el aprendizaje, sino también el alojamiento y la alimentación le salen gratis. Caramba ¿no?
Bueno, volviendo a lo nuestro, este es el último reporte en esta bitácora, al menos desde la India, pero me quedé tan contento con esta comunicación que si hay aclamación capaz que me tiento y sigo, al fin y al cabo las aventuras no terminan acá. Muchas gracias, de corazón por leer este diario, de veras que me sentí muy acompañado por los comentarios y por los emails. Ahora vuelvo a Barcelona a salvar lo que haya quedado después de estos largos meses de ausencia y ya se verá cómo sigue la historia. Gracias a los que me soportaron emocionalmente y, en algunos casos, apoyaron económicamente, en estas aventuras. Gracias especialmente a Gore Cajide Gutiérrez, a Mariana Lerner, a Leónidas Theodoro, a mamá, a mi padre y su banda, gracias por los emails con comentarios, consejos y respaldo del Matemesz, la Mimí, Yamila, Coco Kramer, Carlos Cardoso, Yael García Ruíz, Armando Propati Lanza, Jaime Gamundí, Romina Súcari, Daniella Favilla, Filippo Loddo, Gioia y Enrique Adlercreuz, Laura y Mónica Vergara, Juan y Martín, Ingrid, Francisco y Martín Mas, Victoria Vergara Vigo, Ricardo Risso Patrón, Juan Pablo Mancuello, Luciano Sparacino, Luciana Arias, Mariela Garat, Lali y Ramón, Moni Denham, Graziela Saharara, Eugènia Llort. Tina Czeuz, Vero Sanmartín, Matías Munárriz, Daniel Pons i Julià, Julio Roa, Metze Mur Effing, Gabriela Viana MacLean, Xema Caballero Pardo, Marcelo Hidalgo, Jessica Martínez Phillips, Patricia Hauscarriga, Anastasía Mílkina, Eva Torrents, Jesús Aragón, Núria Alonso Saez, Gisele Palavro, David Ferrándiz, Desiree (la menor), Montse Ribot, Cármen Porras, y a todos los que habrán leído y acompañado desde el silencio, muchas gracias y un abrazo enorme.
Gordo Kury

7 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Comienzo con la aclamación ¡Otra,otra! ¡Una más y no jodemos más!

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  3. NO NOS VAMOS NADA....QUE NOS SAQUEN A PATADAS!!!!

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  4. ¡Caramba!
    El así llamado "Gordo Kury" ha de ser, nomás, el flaco José Luis (¿no me equivoco en ningún nombre?) a quien conocí de muy joven (él, no yo) gracias a mi amistad fraternal de tantos años y mudanzas y vaivenes vitales con la tan querida Stella.
    Y bien: esta carta-informe es un dechado de sabiduría, don de gentes, gracia y talento. He quedado absorto, admirado y sumido en una insanable nostalgia por tanta cosa bella que estás viviendo, "Gordo", y que yo quizás viva en la otra life, si Alá lo permite.
    Y, por cierto, me asombró gratamente la alabanza de Mumbay, ciudad que para un argentino suena al colmo de la miseria, sinónimo del destino humano peor imaginable.
    El abrazo muy grande y admirado
    jorge ariel madrazo

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  5. Querido amigo, como vos decís, siempre hay otra página...y será más clara y más cierta, nuestros horizontes siempre se amplían.
    buen regreso!
    te mando un enorme abrazo.

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  6. Gordo, gracias por habernos hecho vivir un tiempo en la India.
    Te seguiré en la occidental Barcelona. Un abrazo. EL MATÉMESZ

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  7. Querido Kury,
    Tus relatos y la inmejorable ilustración fotográfica de los momentos y lugares recorridos fueron un gusto enorme a lo largo de estos meses.
    No hubo mejor forma de conocer un lugar así de remoto -sabemos que en la era de las comuniaciones nada puede ser de tan, tan difícil acceso- como tus anécdotas cotidianas.
    Me sumo a quienes piden que se repitan.
    Insisto, además sos un gran fotógrafo.

    Un beso grande,
    Lu Arias

    PD: Cuando estés en Baires -vendrás, seguro- quiero saborear alguna de las incotables delicias que habrás aprendido a cocinar.

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